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Cuba... ¿nuevas metas?...

Hora cero

Roberto Orozco Melo

El extinto periodista Samuel Morales, más conocido en los medios como Severo Mirón, me dijo en 1957 que el régimen dictatorial de Fulgencio Batista en Cuba tenía sus días contados. “Éste mismo año -aseguró- habrá allí una revolución que se prepara aquí en México”. Y me dio los nombres de los opositores al Gobierno de Cuba: Ernesto Guevara, los hermanos Fidel y Raúl Castro y otros que mi flaca memoria se resiste a recordar. Me aseguró que vivían en periodos intermitentes en México y solían frecuentar un conocido café en una de las calles del centro histórico. No le creí.

Hacía poco tiempo un grupo de periodistas, Mirón incluido, habíamos atendido la invitación del Gobierno de Batista para viajar a Cuba a constatar que el país funcionaba normalmente, que no había persecución política, que el turismo fluía desde Estados Unidos y Europa y que los ciudadanos vivían libres, contentos y felices. Un paraíso en acuarela como el que Porfirio Díaz quiso pintar ante el incrédulo asombro del periodista yanqui James Creelman.

Y fuimos a la Habana a beber ron con refresco de cola, a comer mojitos, a bañarnos en sus playas, a conocer su Capitolio -casi una copia del edificio del Congreso de Estados Unidos- y a recorrer los casinos de juego en los hoteles que presentaban variedades solamente vistas en París; nos llevaron a bares, comederos y otros centros nocturnos, pero jamás vimos ni logramos entrevistar a Batista. La gira estaba dirigida a complacer nuestro hedonismo para motivarnos a escribir linduras de aquel sistema político apenas entrevisto durante un corto fin de semana del cual, no obstante la frivolidad, obtuvimos una conclusión en blanco y negro: los cubanos de alto poder económico, propietarios de los principales hoteles y negocios de la Isla, hablaban maravillas del Gobierno, mientras que la gente del pueblo -pescadores, pequeños comerciantes, profesores y colegas periodistas- preguntaban cuánto tiempo podría durar Batista en el poder. Lo decían con temor, como precavidos para una secreta vigilancia del Gobierno.

En 1959, años después de nuestra visita, la inquietud de los cubanos pobres obtuvo respuesta: Fidel Castro Ruz, su hermano Raúl y otros inconformes con el mal Gobierno del dictador Batista, entre los cuales destacaba el carismático “Che” Guevara, habían iniciado su lucha revolucionaria en Sierra Maestra que más pronto que tarde derrumbaría al mal Gobierno de Batista. Una noche del mes de Julio entraron los rebeldes a La Habana entre la algarabía del pueblo isleño un momento después de saber que Fulgencio Batista había huido a bordo de un avión bajo la aparente protección del Gobierno de Estados Unidos, que creyó podría entenderse con el emergente poder revolucionario. Éste no se sometió a las demandas de Washington, ni cedió ante las tentaciones del dólar americano y las amenazas del Pentágono. Rusia, sin embargo, ofreció ayuda y fue bien recibida en la Isla.

Así se estableció en Cuba la hegemonía política del régimen socialista que gobierna la Isla a pesar de qué, como sucedía año tras año en España con el dictador Francisco Franco, sus opositores le predecían la muerte o la caída del poder. Castro, al contrario, alcanza ya un récord mundial pues dentro de 730 días, más o menos, su autarquía podrá cumplir el medio siglo de vigencia.

Él, Castro, y la sociedad contemporánea de Cuba han estado sujetos, desde 1960, a la continua presión y ataque de los gobiernos estadounidenses, incluido el cerco económico; todos fallidos hasta la fecha. Washington no ha entendido, igual que muchos otros gobiernos poderosos, el enorme poder de los pequeños y los débiles, sean seres humanos o naciones. Por ésta resistencia y muchas razones el pueblo cubano acredita el adjetivo de heroico: los que se fueron del país y los que se quedaron, a pesar de todo.

Miles montaron las primeras olas del escape rumbo a las playas de Miami para llorar la Patria con los sinsabores del exilio, en vez de haber plantado piernas y pies en sus arenales sintiendo a la Patria en sus propias entrañas; Castro y millones de cubanos afines y desafines se quedaron a sufrir y gozar la Patria dentro, fuera como fuera, día tras día. Pero todos, trasterrados como residentes, fueron y son cubanos de buena cepa y merecen mejor vida de la que ahora tienen.

La discreción del Gobierno de Cuba respecto al papel que asumirá el comandante Fidel Castro en el Congreso nacional, más los adelantos cautelosos del comandante Raúl Castro sobre posibles reformas en antiguas ortodoxias, hacen esperar un esfuerzo del Gobierno de hacia la distensión política de las relaciones con los países occidentales en ruta a la democracia. Después de todo la fidelidad del comandante Fidel a la causa del comunismo ya ha rebasado a la lealtad de los líderes del derrumbado socialismo soviético oriental y europeo.

La conducta del pueblo cubano, por su parte, requiere un cambio positivo en sus actuales estándares de vida; y por entenderlo así muchos países de América Latina, entre ellos México, esperan que un diálogo bilateral profundo y responsable entre Estados Unidos y Cuba haga viable un régimen internacional de mutuo entendimiento y cooperación dentro de una emergente, y esperamos que más justa, concepción política, económica y social que debe ser meta de todos los países de la Tierra.

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