La llamada “autopista” Saltillo-Monterrey o viceversa debería erigir en el mejor sitio donde inician ambos sentidos de su tránsito, un letrero grande, cromático y visible, signado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, con la siguiente leyenda: “¡Cuidado! ¡Carretera peligrosa! ¡Puede ser causa de muerte! Este tramo debe transitarse con suma precaución”.
Los habitantes del centro del país, incluidos Aguascalientes y Zacatecas; los que viajan desde la Comarca Lagunera y Parras de la Fuente, pero especialmente los del Sureste de Coahuila, que por razones laborales transitan a diario el tramo entre Saltillo y Monterrey, deberían racionalizar su premura en el uso de esta vía terrestre dado el potencial peligro que representan las siguientes circunstancias: 1) el número de vehículos que la recorren –más de 100 mil en 24 horas; 2) el comprometido desplazamiento vehicular en curvas difíciles, lo cual se agrava en sus consecutivos tramos ascendentes y descendentes; 3) la contingencia de transitar al paralelo de las unidades articuladas de servicio internacional de carga que arrastran plataformas con máximo peso, quizás excedidas y operadas por conductores carentes de consideración hacia los vehículos particulares y sus ocupantes; 4) el estado físico de la vialidad, frecuentemente agravado con la prolongada presencia de cuadrillas de reposición de las obras de reposición de asfalto, que son tan lentas en el avance como insuficientemente anunciadas para la información de los usuarios y 5) las condiciones invernales del tiempo, no siempre favorables.
La antigua carretera de un solo cuerpo y carril Monterrey-Saltillo fue pacientemente construida entre los decenios treinta y cuarenta del siglo pasado sobre lo que había sido el antiguo camino real, abierto en la época de la Colonia por descubridores y colonizadores. Resultaba la carretera anterior una vialidad peligrosa, tanto por lo estrecho de su área de corretaje, como por la incapacidad de ofrecer seguridad vial y la primitiva técnica usada en su construcción. Devino trágicamente famosa la “cuesta de los muertos” en las noches invernales por la densidad de la capa de neblina que se extendía hasta la montaña. Sin embargo pronto acreditó su existencia y durante el siglo XX se le fueron agregando las “obras de arte” -puentes, desagües y similares que demandan todas las carreteras.
Al paso del tiempo se incrementó el tránsito por esa carretera que nos podía llevar a Monterrey y nos traía de regreso en un tiempo mínimo de seis horas para todo el viaje. Tanto los camioneros que llevaban como los que traían mercancías entre las dos capitales de Estado empezaron a quejarse de la lentitud del recorrido que medía, exactamente, los mismos 84 kilómetros que el antiguo camino real y curiosamente, kilómetros más kilómetros menos, tenía igual distancia de la que todavía tiene la “autopista” que nos hace quejar y quejar de las tragedias que propicia y la lentitud de la espera a causa de los bloqueos de variopinto motivo que demoran el arribo puntual a nuestros compromisos.
Por allí de los años setenta se pusieron de acuerdo los gobernadores de Coahuila y Nuevo León para pedir a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y al presidente de la República la construcción de una autopista de dos cuerpos y cuatro carriles, la cual se emprendió con aportaciones del presupuesto federal y los de Nuevo León y Coahuila.
Nuestra entidad estaba, sin embargo, tan escasa de recursos económicos que el gobernador Eulalio Gutiérrez Treviño tuvo que recurrir al apoyo de los propietarios de automóviles particulares y de servicio público, de las líneas de transporte de carga y de personas y de la Iniciativa Privada en general para que dieran anuencia a la aplicación de un impuesto, tres centavos por cada litro de gasolina comprada en las estaciones de PEMEX en Coahuila, la cual recogería la Secretaría de Hacienda para financiar la aportación de los coahuilenses.
De esta manera se construyó la autopista de uso general y libre de costo que hoy resulta obsoleta e insegura. El progreso del país, el mayor uso particular y comercial de las vías terrestres de comunicación interestatal que hoy diligencia expeditamente el transporte industrial, agrícola y comercial el cual quiere que la actual autopista construida en los años 70 e inaugurada en 1975 por el presidente Luis Echeverría, sea apoyada por una carretera doble de peaje, la cual el Gobierno nacional ya decidió construir bajo el sistema de concesión pública federal a inversionistas privados.
Sin embargo, hace ya cuatro años de tales empeños burocráticos y mientras SEDUE piensa cómo conservar las florecitas y yerbitas de las áreas por donde pasará la citada carretera, en ella se suceden los accidentes, mueren familias enteras y se estorba la diligente transportación de personas y cosas.
Así es México, así somos los mexicanos. “Así es el abarrote” diría la contumaz ironía de mi abuela de ojos verdes doña Lola Treviño...