La profesora Graciela Luna Emiliano tiene 35 años trabajando en la primaria Benito Juárez, y asegura que seguirá en el salón de clases hasta que se le acaben las fuerzas. (Fotografía de Sergio Reyes)
Cuando Graciela tenía 6 años, jugaba con sus amigas a la escuelita en donde ella era la maestra. Hoy, a sus 55, está orgullosa de dedicar más de la mitad de su vida a la docencia. No obstante, ve con tristeza que el respeto hacia los profesores cada vez es menor.
Desde que Graciela tenía seis años, soñó con ser maestra. De niña le gustaba formar un salón de clases con sus amigas, incluso les ponía ejercicios en su pequeño pizarrón y hasta les encargaba tarea. Ahora, con 35 años como profesora en la primaria Benito Juárez, lo único que desea es trabajar hasta que las fuerzas se le acaben.
Graciela dice que los tiempos ya no son como antes, cuando el profesor era respetado por alumnos y padres de familia, incluso, además de dar clases, solían aconsejar cómo educar a los niños y tener una buena familia.
A sus 55 años, Graciela Luna Emiliano recuerda con cariño a los profesores de su época. Dice que eran estrictos pero no injustos, pues todo lo hacían por el bien de los alumnos, “por eso desde niña soñé con ser maestra, y jugaba a la escuelita”.
Con tristeza comenta que ahora las alumnas son groseras, no quieren saludar, no hacen caso e incluso hay quienes se atreven a gritarles a las maestras cuando les llaman la atención, “y los padres de familia nos apoyaban mucho. Ahora uno les dice ‘hay que estudiar y no lo hacen’. Hablo de algunas, eh, no todas son así, pero la verdad es que los tiempos han cambiado mucho”.
Y por eso, Graciela añora aquellas épocas, “cuando llegué a dar clases a esta primaria, en donde estudian sólo niñas, la gente se refería a las profesoras de aquí como ‘las grandes maestras’; eran admiradas y yo sólo era la niña nueva, pero aprendí mucho de mis compañeras”.
A pesar de los cambios, Graciela no se arrepiente de haber elegido esta profesión. Dice que sus padres, el profesor José Guadalupe Luna, y la señora María Concepción Emiliano, la apoyaron siempre en su decisión, pues tuvo que irse a estudiar el magisterio a Saltillo, en donde permaneció tres años.
“Mis padres ya murieron, y cuatro de mis cinco hermanos también son maestros. Me encanta mi profesión y por eso no me he retirado. Las mujeres del magisterio podemos jubilarnos al cumplir 28 años de servicio pero no quise porque me siento con fuerzas para seguir en el salón de clases”.
Las maestras de la escuela primaria Benito Juárez definen a Graciela como una profesora responsable pero sobre todo como un gran ser humano que da a sus estudiantes lo mejor de sí. “Muchas de las niñas a las que enseño son hijas de ex alumnas mías, y me siento muy feliz de esto porque por mis salones ya han pasado cientos de pequeñas”.
Sobre las críticas hacia los maestros, Graciela considera que son injustas, pues son seres humanos y como tal, tienen derecho a enfermarse y faltar a clases por eso, “por fortuna, soy de las personas que siempre trato de llegar temprano y falto sólo cuando no estoy bien de salud”.
Una de sus mayores satisfacciones como maestra es cuando termina un ciclo escolar, y las alumnas le piden que siga dándoles clases, “y sus papás también me dicen que les gusta cómo trabajo y que quieren que siga educando a sus hijas. Ya tengo dos años de atender el cuarto grado, antes daba quinto y sexto, pero quise cambiar un poco”.
Por fortuna, dice, son pocas las tristezas que ha enfrentado en el salón de clases, “nunca me ha tocado una niña maltratada pero sí tristes cuando sus papás se divorcian. Les pregunto qué les pasa y me platican de sus problemas, y esto me duele porque además de que sufren, no ponen atención ni hacen su trabajo como debe ser”.
Para este Día del Maestro, Graciela exhorta a las nuevas generaciones a seguir el ejemplo de quienes ya tienen experiencia, “nosotros seguimos preparándonos para ser mejores en el salón de clases. Aquí tenemos muchas maestras nuevas y la verdad es que trabajan muy bien”.
ENCANTADA CON SU TRABAJO
“Me encanta mi profesión y por eso no me he retirado. Las mujeres del magisterio podemos jubilarnos al cumplir 28 años de servicio, pero no quise porque me siento con fuerzas para seguir en el salón de clases”.
GRACIELA LUNA EMILIANO,
PROFESORA DE LA PRIMARIA BENITO JUÁREZ