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Datos sobre Materia y Energía II

A LA CIUDADANÍA

Magdalena Briones Navarro

Habíamos quedado en que en donde hay movimiento la energía fluye y se transforma, que según las teorías actuales la pérdida de calor puede llevar al Universo a su muerte, dado que si el calor o el frío se estabilizan, el movimiento y por tanto el flujo energético desaparecen. O sea a la pérdida de calor constante que se da durante los cambios de materia y energía, la temperatura tiende a estabilizarse.

El problema es que el calor disipado durante estos aconteceres, no es recuperable, no hasta hoy, a pesar de que toda forma de energía es intercambiable, no se ha encontrado la forma de recuperar el calor que escapa durante las distintas transformaciones. Podría esperarse que durante los millones de siglos que tomará llegar a tal estado cósmico, la inteligencia humana –en caso de que no hayamos muerto como especie- o algún acontecer hasta hoy desconocido podría determinar un resultado inesperado.

La vida orgánica y las cosas se desgastan desde su aparición. Por ejemplo: en un sentido macro, las galaxias, los soles y los planetas son resultado de diferentes fuerzas (energías) cuya conjunción de velocidades, presiones de gas, flujos gaseosos, turbulencias o interacciones gravitatorias, determinan su especial conformación y marcan las distancias entre unas y otras distintas formaciones y la vida de cada una. Nuestro Sol un millón de veces mayor que la Tierra, es un caldero atómico que a una temperatura de un millón de grados (Kelvin) en su corona a diez millones de grados (K) en su interior, convierte masa en energía a razón de “657 millones de toneladas de hidrógeno en 653 millones de toneladas de helio por segundo; los restantes 4 millones de toneladas de masa son descargadas al espacio en forma de energía”, de ésta la Tierra recibe unas 2,000 millonésimas de esa cantidad que no se aprovecha en su totalidad. Faltan aparatos efectivos y de bajo costo, siendo por ello extraordinaria la función de las plantas que sintetizan la luz en materia accesible a hombres y animales directamente como alimento e indirectamente como madera o como combustible a través de acumulaciones vegetales que por siglos, como el petróleo, carbón o gas, no perdieron su energía aprovechable nuevamente en infinidad de formas. La comunidad biótica ni tampoco ningún tipo de maquinaria puede utilizar más energía que la que recibe.

El hombre primitivo advirtió y se aterrorizó –como nosotros ahora- de las enormes fuerzas de la naturaleza, por su estrecho contacto con ellas. Seguramente disfrutó la brisa y tembló ante los huracanes, lo mismo ante el agua refrescante y vital, pero amenazante como catarata o como marejada; igualmente ante el calor desprendido de la Tierra en forma eruptiva de lava o agua hirviente o de las descargas eléctricas emanadas de nubarrones. Estando al tanto de todos estos fenómenos, no sabía y no podía controlarlos. Si de alguna manera podía medir su propia fuerza humana y la usaba para todo, solamente tendría una idea de su dimensión por contraste con la de otros seres, y de su límite por agotamiento. Haber descubierto cómo producir fuego y controlarlo a discreción ha sido para la especie uno de sus mayores logros. Fueron necesarios milenios de experiencias acumuladas por ensayo y error para lograr los resultados actuales de control sobre algunas de las fuerzas naturales y su aprovechamiento.

Otros logros revolucionarios fueron la domesticación de animales y la agricultura, resultantes de acertadas observaciones de la naturaleza y de la ciclicidad de los fenómenos, hasta llegar a perfeccionar instrumentos de medición, estrategias y tácticas para su uso. Aparece luego la era industrial, cambiando, como fue el caso de los otros avances, no solamente la manera de producir sino transformando su realidad, su pensamiento, su actuar, su lectura del mundo, de sí mismo y de su interrelación con los otros hombres.

Aparte del uso de energéticos fósiles, aprendió a transformar las caídas de agua en energía eléctrica y hoy la manipulación de átomos cuya fisión o fusión descargan inimaginables cantidades de energía. Este último incipiente quehacer no está bajo pleno control, tampoco lo están sus secuelas.

A pesar de todos los adelantos teóricos y tecnológicos conseguidos, hay áreas de conocimiento y cálculo apenas barruntadas, desconocidas y amenazantes. A la mayor capacidad de producción va sumado el crecimiento poblacional que a su vez exige mayor y más rápida producción y mayor explotación de recursos naturales. Siendo éstos limitados, preocupa el soslayo de este fenómeno y sus secuelas. El uso de la energía humana ha resultado ser el más barato, por tanto el más explotable en razón de que los logros de su aplicación no se reparten equitativamente. Ejemplo: quien se gana la vida invirtiendo toda su fuerza (energía) física diariamente, está remunerado por un salario que ni siquiera alcanza a restituirle sus pérdidas calóricas, menos para hacerse de otras compensaciones, cuidados u horizontes más satisfactorios. El salario lo determina una Comisión Nacional que obviamente no toma en cuenta el desgaste real sufrido. Tales personas, por hambre, están más expuestas a enfermedades y subdesarrollo general, legable en gran proporción. Independientemente de la energía perdida por disipación de calor a la atmósfera durante su trabajo, aquella que se objetiva en bienes, al trabajador se le escapa también, acumulándose generalmente en manos más ociosas e inteligencias más sagaces, a veces corruptas, pero obviamente injustas.

Toda riqueza, incluyendo al hombre, se ha convertido en objetos sobreexplotables, ignorando o despreciando el equilibrio necesario para la permanencia de la trama de la vida en el Planeta.

Fuentes: Diccionario de Física, Ed. Labor, S. A. Barcelona, 1967. // Environmental Science, W.B. Saunders Co., Philadelphia, 1974//Energía: Colección Científica Time Life, 1974//El Hombre. Jacqueta Hawkes. Ed. Aguilar, 1982// Investigación y Ciencia (Scientific American), Barcelona 2008.

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