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De Cárdenas Batel a Godoy

Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Hoy toma posesión de la gubernatura de Michoacán Leonel Godoy Rangel, que hace seis años trocó un puesto en la Administración capitalina por el de secretario de Gobierno con Lázaro Cárdenas Batel, con la manifiesta intención, ahora consumada, de convertirse en su sucesor.

Godoy recibió el 30 de enero la confirmación de su triunfo electoral del 11 de noviembre, cuando el Tribunal estatal electoral declaró la validez del proceso correspondiente, sin que se produjera recurso alguno ante la justicia federal. Son pocos los gobernadores que llegan a su cargo sin tener que cruzar las horcas caudinas del Trife, que mediante el juicio de revisión constitucional dice la última palabra en los procesos locales.

Godoy Rangel fue priista hasta que su jefe Cuauhtémoc Cárdenas que también lo era, y en cuyo Gobierno era funcionario, dejó de serlo en 1988. A partir del año siguiente, el de su fundación, fue figura destacada en el partido de la Revolución Democrática, que encabezó en situación crítica, provocada por el entredicho en que quedó Rosario Robles (de quien Godoy había sido cercano colaborador en la Administración de la Ciudad de México) a causa de sus nexos con Carlos Ahumada, el corruptor empresario que de regreso a su natal Argentina se puede todavía dar el lujo de adquirir, como lo hizo aquí con el León y otros, un equipo de futbol.

Godoy sorteó la crisis en medio de la que recibió el partido y eso le permitió recuperar su posición michoacana, esta vez como senador. Su triunfo en la contienda de mayoría anticipó las victorias que le fue necesario obtener para llegar al día de hoy. Primero venció en la elección interna a adversarios con abundancia de méritos, como Enrique Bautista y después ganó la elección constitucional, mediante la unión de fuerzas locales que se unieron sólo por su capacidad de convocatoria, y a contrapelo de la estrategia del presidente Felipe Calderón, quien pretendió hacer valer su oriundez para convertirse en una suerte de “primer michoacano” por el triunfo de su candidato Salvador López Orduña. Puesto ante los hechos consumados, Calderón ha tratado de convertir en suya la victoria favoreciendo una cordial relación con el gobernador entrante, que la ha buscado sin embozo, a pesar de la polémica interna en su partido respecto de la ilegitimidad de origen de Calderón y, en consecuencia, al trato que los funcionarios perredistas deben mantener con él.

Godoy lo invitó a su toma de posesión, una costumbre de la era priista en que los presidentes tenían a los gobernadores como empleados a sus órdenes. Es de suponerse que Calderón, que apenas ayer concluyó su gira por media docena de ciudades en Estados Unidos, se abstendrá de asistir, teniendo en cuenta sobre todo el riesgo de que otro invitado especial de Godoy, Andrés Manuel López Obrador atendiera el gesto de quien fue su secretario de seguridad pública durante el primer año de su Gobierno.

Gobernador sólo por cuatro años, pues se ajustó el calendario político michoacano para ensamblarlo al federal (por lo que la elección de quien lo suceda coincidirá con la presidencial de 20012) Godoy fracasó en su empeño de lograr el avenimiento público de Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador, que lo apoyaron en su campaña, pero no accedieron a mostrarse juntos en un mitin u otro acto de proselitismo. Y es que en vez de atenuarse se ahonda la distancia que separa a los dos candidatos presidenciales que ha tenido el PRD, en los últimos días a propósito de la reforma presunta al estatuto legal de Petróleos Mexicanos. Cárdenas, con un criterio formal riguroso, juzga estéril debatir sobre un proyecto que no se conoce, mientras que López Obrador ha conseguido unir en torno suyo aun a las tendencias rivales dentro del PRD para oponerse a una iniciativa política que sin duda existe, se haya expresado o no en un papel que sea conocido por el Congreso.

Al entregar hoy el Gobierno a Godoy, se abre una nueva etapa en la vida de Lázaro Cárdenas Batel, preñada de incertidumbre política. Cuando tomó posesión del Gobierno michoacano, hace seis años, nadie dudaba que figuraría en la contienda por la candidatura presidencial perredista en 2012, pues para ello lo habilitaba no sólo su propia textura personal sino lo que su nombre significa en su partido y el país entero. Hoy no es así. El antagonismo de su padre con López Obrador, su invencible reticencia a reconocerlo como nuevo líder en situación semejante a la que él guardó, contaminó al gobernador saliente que, salvo por el eventual triunfo de Nueva Izquierda en la elección de presidente del PRD, no encontrará en el ámbito nacional de su partido un espacio ancho y ni siquiera cómodo.

Una derivación del conflicto entre los Cárdenas y López Obrador fue el acercamiento del Ejecutivo que hoy deja de serlo con Calderón, que escogió a Michoacán –no sólo porque era necesario, dado el nivel de inseguridad prevaleciente en ella—-como la primera entidad donde se desplegara la fuerza militar en el combate a la delincuencia organizada. Hace diez días, en una de las giras en su tierra, a que es adicto, Calderón entonó un muy expresivo elogio a Cárdenas.

Reconoció “el trabajo honesto, generoso, responsable, del gobernador”. Y dijo saber que “fue gracias a su voluntad política, a la honestidad, al desempeño, a la entrega, su Gobierno termina con buenas cuentas y un altísimo grado de reconocimiento entre los michoacanos”.

De allí la especulación que ve a Cárdenas en el Gobierno Federal.

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