Por más que se pueda afirmar lo contrario, ni el PAN, ni el PRI tenían la certeza del resultado que arrojaría el proceso del domingo pasado.
La duda en cuanto a ese resultado permaneció viva hasta la noche del domingo cuando se pudo tener datos duros sobre las votaciones en las casillas.
Así que esa especie, en el sentido de que ya se sabía que el PAN iba a perder en todo el estado, es una gran mentira. Lo que pasa, es que siempre hay muy buenos “visionarios del pasado”.
Lo menos que llegué a escuchar de algunos panistas, es que el PAN ganaría cuando menos dos de los cinco distritos de Torreón, pero no todos.
La política tiene mucho de circunstancia, pero hay que trabajar y duro, para crear esas circunstancias favorables a un partido y que éste resulte ganador.
Tienen razón los críticos, cuando afirman que entre las circunstancias desfavorables que operaron en contra del PAN, se encuentra el trabajo de la actual Administración municipal, que es repudiado o mal calificado por la ciudadanía, así como un buen trabajo del Gobierno del Estado, que opera a favor del PRI.
Mal hace el alcalde en negar tal situación, pues en cualquier esquina de la ciudad, el más modesto ciudadano se lo puede corroborar.
Una vez más, la confianza mató al gato, con el añadido de que este gato llegó a la contienda todo arañado y cuidándose de muchos de sus propios correligionarios que querían verlo muerto.
La victoria debe asumirse con benevolencia y la derrota con dignidad. Y sobre todo, aprender las lecciones que este tipo de derrotas arroja. Si no se hace así, están condenados a seguir fracasando.
Addenda II
Ayer por la noche se presentó el libro: “El Torreón que vivimos”, pero como estas líneas las escribo antes de ese evento, no podría dar pormenores del mismo.
Sin embargo, sí quiero escribir un poco sobre el contenido del mismo, pues desde un inicio la temática me pareció interesante y por ello decidí participar con algunas historias, sobre la forma en que los de la generación de los cincuenta, crecimos en esta hermosa ciudad.
Hace ya muchos meses, en torno de una mesa de café, Nicolás Zarzar, Belarmino Rimada, Marco A. Morán y yo, nos pusimos de acuerdo para escribir cada uno, cinco historias de nuestra infancia, que reflejaran la forma en que vivimos en nuestra niñez.
Así se fue conformando este texto, que recibió una benevolente acogida por parte del editor, nuestro buen amigo, Enrique Huber, quien con entusiasmo se dio a la tarea de ordenar e imprimir esas historias.
Es una edición modesta, pero muy bonita, con un excelente prólogo del cronista e historiador Sergio Corona, quien generosamente aceptó esa encomienda e hizo una serie de comentarios verdaderamente halagadores.
El texto fue ideado para conmemorar el Centenario de Torreón, pero entre una cosa y otra su edición se fue postergando, hasta que pudo ver la luz esta semana.
Fue un “parto” tardado y complicado. Parecería que el libro venía en la misma posición en yo llegué a este mundo: De pies. Pero entonces como ahora, los dos estamos vivos y podemos contar cosas de ayer que seguramente serán un espejo para muchos contemporáneos.
Porque, lo que pasaba cotidianamente en el barrio de la Degollado, sucedía también en todos los barrios de aquel Torreón.
Se jugaban los mismos juegos, se vivía en condiciones semejantes, los ricos no eran tan ricos ni los pobres tan pobres.
Las clases sociales, que si bien las había, no eran tan marcadas y existía una permeabilidad que nos permitía convivir con todos.
Era el tiempo en que se podía jugar en la calle o bien, se nos permitía correr por La Alameda o El Bosque, sin ninguna reticencia ni temor.
Las casas tenían ventanas sin rejas y las puertas permanecían casi todo el día abiertas.
Las drogas casi no existían ni se vendían con tanta facilidad como ahora. Si acaso, según cuentan, se podía conseguir marihuana en Lerdo, pero nada más.
Nadie se peleaba la plaza y los niveles de delincuencia eran tolerables.
Por eso, es también importante que los jóvenes de hoy sepan cómo vivíamos. No sé si este pequeño libro cumpla su objetivo final. Pero lo que sí les puedo asegurar, es que nos divertimos mucho preparándolo.
Por lo demás: “Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano”.