Uno piensa.
Que seres excepcionales, considerados muy inteligentes, no lo son.
Y es que con tantos años en este valle, hemos visto tantas cosas.
Al principio, nos llamaron la atención personajes considerados como muy especiales, calificados como sobresalientes.
En la escuela fueron los número uno.
En los negocios también.
Pero con el paso del tiempo, en su vida personal se convirtieron en un total fracaso.
Un día, por nuestra profesión de abogado, platicamos con una señora que quería un divorcio.
Le hicimos ver que estaba mal, que su marido era sobresaliente en todo.
Pero ella, muy tranquila, segura de sí misma, nos dijo.
Es cierto todo lo que dice, pero en casa no tiene tolerancia.
Nos dejó mudos.
Y luego fue narrando cómo su esposo se consideraba un ser superior y no toleraba el mínimo error ni la falla más pequeña, ni de su esposa, ni de sus hijos.
Hasta que el ambiente en la familia se hizo insoportable, porque en casa había un juez implacable, no un esposo, menos un padre.
La tolerancia es tan importante en la vida.
Sin ella no hay equilibrio, ni en el trabajo ni en el hogar.
Quien sólo vive criticando a los demás, señalándoles errores y culpas, no puede acercarse a nadie con amor y comprensión.
Muchos seres, que fueron brillantes en otras tareas, viven hoy solitarios, y no aceptan que se han equivocado.
El amor es comprensión, prudencia, tolerancia. Es esperar un poco más de sus semejantes sin presionarlos ni exigirles.
El mundo requiere de más cariño, y menos perfección. Estamos en un universo donde todos fallamos, pero también donde todos queremos ser mejores al lado de los que nos entienden y nos comprender, y hasta nos esperan.