Asistíamos de jóvenes a un congreso estudiantil, que por los años sesentas se celebraba en Mazatlán, Sin. Y ahí fue donde por primera vez escuchamos hablar, elogiosamente por cierto, de Armando Fuentes Aguirre “Catón”.
Fue Fernando Muñoz Domínguez, quien por ese entonces estudiaba en Saltillo, Coahuila quien nos habló de “Catón” y nos dijo: “Qué formidable sería que un día escribiera en EL SIGLO”.
Pasó el tiempo y una tarde nos llamó a su oficina don Antonio de Juambelz, director de este Diario, para presentarnos a Armando, quien desde esa fecha se uniría al grupo de columnistas sigleros.
“Pero aquí firmará como Armando Camorra”, comentó riendo don Antonio, lo que Catón aceptó riendo.
Desde entonces, periódicamente, cuando visitaba Torreón, Armando se daba una vuelta por esta casa para saludar a don Antonio, en tertulias agradables e inolvidables.
A tiempo, uno debe hacer cambios en su vida, para ir buscando nuevos ideales, así un buen día por decisión propia, quisimos darle otro rumbo a nuestros quehaceres, lo que se publicó oportunamente y causó sorpresa e inquietud en algunas personas que tratábamos.
Pronto, Armando, acompañado de Gerardo Hernández se presentaron en nuestro domicilio ofreciendo su apoyo y reiterando su amistad, y el detalle nos mostró la calidad y el compañerismo de Catón y Gerardo. Nos fuimos a comer y a continuar esas tertulias que tanto bien nos han causado.
Armando es incansable, la semana pasada andaba por Guatemala y ya tenía programas más presentaciones aquí, allá y acullá.
Es de esos seres predestinados y entre las muchas cosas buenas que posee está su amor por su familia, el saber conservar a los amigos y el mostrarnos el lado sencillo y humano de un ser que sigue asombrándose y maravillándose con cada amanecer y anochecer, extrañado a los que se fueron así como a su querido Terry.
Un abrazo amigo Armando, y gracias por tus atenciones y tu amistad.