En aquel viejo aeropuerto de Torreón, lo conocimos.
Empezaba la década de los sesentas y había llegado aquí de paso para Durango, donde filmaría.
José Medina Montalvo, que dirigía Turismo nos había avisado del arribo del popular actor, y nos había dicho: Entrevístalo para EL SIGLO.
Estaban frescas en nuestra mente las escenas de Los Diez Mandamientos, pero muy especialmente las de Ben-Hur, la película con la que Charlton Heston había ganado un Oscar.
Eran unas cuantas personas las que esperaban al artista, entre ellas el Ing. Heriberto Ramos Gonzáles, por ese entonces Presidente Municipal de Torreón. Nada de aglomeraciones ni de cámaras. Por entonces no se acostumbra lo que hoy ocurre. Así que animados por el ambiente nos acercamos a platicar con el actor.
Nuestro inglés apenas tomaba rumbo, así que las preguntas no eran muy claras, pero a Charlton Heston quizá le llamó la atención nuestro deseo de entrevistarlo, y sonriendo contestaba las preguntas, mientras nos palmeaba.
Su sencillez resaltaba. Nada de grandes poses ni de guardaespaldas cuidándolo. Extendía su mano a todo el que lo quisiera saludar.
En nuestra hemeroteca está esa entrevista donde resaltamos la amabilidad del que ya era una gran figura en el cine mundial.
Poco tiempo después lo volvimos a ver representando a Miguel Ángel en la cinta El Tormento y el Éxtasis y luego en otras muchas cintas.
Murió la semana pasada y en sus últimos años padeció Alzheimer, ese mal que aparece lo mismo entre los poderosos que entre los humildes.
Y hoy, que tantos problemas se tiene para entrevistar y platicar con personajes de segunda, uno tiene que recordar a figurones de la talla de Charlton Heston, amables, sencillos y cordiales.
