Que cautiva, que embruja.
Que tiene en cada amanecer grandes sorpresas.
Que conserva el encanto de la provincia nuestra.
A la que muchos llegamos para quedarnos para siempre.
Porque en ella encontramos lo que ni alguna vez soñamos.
Porque sigue esperando de nosotros lo mejor que podamos dejarle.
Y de ella nos enamoramos desde el primer momento, sin siquiera conocer su respuesta o rechazo.
Nos acogió amorosa y nos dejó crecer a nuestras anchas, dándonos con su ejemplo una lección de vida.
Porque para vivir aquí, hacen falta cualidades especiales y esfuerzos inauditos.
Porque no cualquiera se adapta a los rigurosos extremos de sus cuatro estaciones.
¿Por qué, qué se espera de esta aridez, de este desierto vestido de arena e iluminado siempre por un sol que cala y que a veces calcina?
¿Con sus inviernos fríos y sus mil tolvaneras?
¿Esperamos acaso los milagros que a veces nos regalan sus muchos espejismos?
Ésos que cuando vamos por el camino parece que nos muestran espacios de agua que brillan a lo lejos, y no son más que espejismos.
Y con el tiempo llegamos a entender que lo único que esta Comarca espera es el resultado del esfuerzo, de la tenacidad, de la lucha constante para tener lo que se quiere.
Comarca bendita, crisol de los anhelos y la capacidad de toda tu incomparable gente.
Gente especial, sincera que extiende generosa su mano amiga, pero que es recelosa con el que busca quitarnos lo ganado con el esfuerzo.
Comarca mía, cuna donde nacieron y crecieron los hijos y hoy cobija amorosa a los nietos.
Dios te cuide y tú sigue amparándonos con brazos amorosos, los que te han distinguido siempre de todo lo demás.