¿Qué alcances puede tener?
¿Cuáles son sus límites?
Esa determinación férrea, continuada por mucho tiempo, puede aparecer en algunos seres, de vez en cuando.
Les contaremos de un caso que nos impactó terriblemente.
José, (así lo llamaremos omitiendo por obvias razones su nombre verdadero) nos dio un ejemplo de lo que es la fuerza de voluntad cuando una persona se decide a cambiar.
Fue un buen trabajador, secretario de grandes personajes. Se le veía feliz y cada vez más próspero.
Un día nos enteramos que había dejado su trabajo y había caído en las garras del alcohol.
Los sábados llegaba a las afueras de lugares donde tenía conocidos, para estirar su mano, pidiendo unas monedas para seguir con su adicción.
Pasó el tiempo y lo encontramos muy delgado, sucio, casi andrajoso. Olía mal y estiraba su mano pidiendo casi una limosna.
A un amigo que tenía le habían dado un buen puesto donde laboraba, pensó ayudar a José internándolo o instalándolo en un centro de rehabilitación.
Se lo platicó. Éste, en las neblinas del alcohol se quedó impactado con el ofrecimiento que le hacía su amigo.
¿De verdad me quieres ayudar? Le preguntó.
¡Claro!, incluso te necesito a mi lado ahora que tengo un puesto de mayor responsabilidad. Así que cuando te den de alta me buscas.
¿De veras me necesitas? Insistió José.
No te puedo contar mentiras ni falsos ofrecimientos.
Y José le contestó: No necesitas internarme, me bastan tus deseos de ayudarme. Nos veremos pronto.
Pasó una semana, y el lunes siguiente José llegó al lugar donde trabajaba su amigo, aseado, perfumado, limpio aunque muy delgado.
Vengo a ayudarte, le dijo con determinación.
Y José volvió a trabajar, era el más cumplido y el más voluntarioso.
Esto ocurrió en la vida real.
Cuando alguien encuentra una mano firme que sólo desea ayudar, aparece algo enviado desde arriba, lo hemos sabido siempre.