Y muy especialmente muchas canciones han traído a nuestra vida remansos agradables, placenteros e inolvidables.
Y es que no somos diferentes a usted y a mucha gente.
O quizá más sensibles, más románticos, más fáciles de emocionarse con muchas cosas del vivir.
Por ejemplo, el otro día de paz y soledad en el jardín de la casa, escuchamos a lo lejos una canción, interpretada con mucho sentimiento. El cantante con voz clara dejaba escapar cosas como:
Un domingo en la tarde
se tiró al ruedo
para calmar sus ansias de novillero.
Torero valiente
despliega el capote
sin miedo a la muerte.
Y mientras escuchábamos, nuestra mente nos volvía a ubicar en la vieja e improvisada plaza de toros de nuestro pueblo. Éramos niños y ya nos gustaban todos los espectáculos. Ése de La Fiesta nos impactaba especialmente. Su encanto, su magia, su majestuosidad nos llevaba a otro mundo, donde los ídolos eran jóvenes que entraban llenos de alegría, vestidos de luces, con seda y oro, medias color de rosa y zapatillas ligeras y de colores. Y algunas veces los veíamos salir a hombros, con su traje lleno de sangre y su vida escapándose por entre los tendidos.
¿Por qué ocurría eso? Nos preguntábamos. ¿Por qué esos jóvenes entraban a los ruedos a jugarse la existencia en busca de la fama?
Nadie nos contestaba las preguntas. Todo mundo lo consideraba normal.
Y la canción seguía:
La Virgen te cuida
te cubre su manto que es santo
mantón de Manila.
Y es que hay canciones que al escucharlas de niños nos dejaron honda huella. De esto también queremos platicarle a veces porque a la mejor usted es como nosotros, sensibles, románticos, y hasta soñadores. A la mejor.