Maestro de pueblo.
Ser solitario, dedicado y entregado a su vocación.
Su familia fue yéndose de este valle temprano, cuando todavía era joven.
Y él no quiso saber de más quereres para entregarse por entero a su gran sueño: ser educador.
Había sido maestro de mamá y de todos mis tíos.
Además de sus clases de todo, le gustaba enseñar solfeo y canto.
Tenía una voz fea y desafinada, pero le ponía muchas ganas a sus clases de canto y regañaba sin piedad a los que desafinaban, que para eso, él mismo lo decía era el número uno y no debía haber dos ni tres más.
En un primer ensayo, todavía estando en primaria escribimos que:
Lolito es exigente y de vara en mano, defensor a muerte de las uñas limpias, el cabello bien peinado y la limpieza absoluta en cara y manos.
También tenía una vieja cámara y con ella captaba personas y cosas.
Pero nos impresionaba la soledad con la que vivía cuando dejaba las aulas.
Y esto lo comparábamos apenas entrábamos en nuestra casa, llena de bullicio y alegría y no se diga en las de los abuelitos, con tantos tíos y primos, éstos corriendo por todas las grandes habitaciones y el enorme patio.
En cambio donde vivía Lolito olía todo a rancio, a añejo. Aunque estaba impecablemente limpio uno quedaba impactado con el orden de las cosas y que éstas nunca se movieran, como si hubiera estado ahí siempre y seguirían así por siempre.
Hay seres solitarios como Lolito que viven apartados, que les gusta la soledad, porque no hay quienes realmente se preocupen por ellos, a pesar de lo que dan al prójimo.
Lolito ya no está en este mundo, y por ello el dos de este mes elevamos una oración en su memoria, porque seguramente no habría una más.