Cuando empiezan a llegar, nuestra vida va cambiando.
El primero nos pone muchas pruebas y la primera es que las noches se tornan diferentes.
Llora, patalea y nos pone nerviosos.
¿Le dolerá algo? ¿Le faltará alimento?
Poco a poco nos va tomando la medida y sabe cómo acaparar la atención.
Va creciendo y llegan sus primeras gracias, su forma tan particular de ir juntando las palabras.
Crece más pronto de lo que uno se imagina, y entre llantos se va al Kinder.
De pronto ya está en Primaria y empieza a participar en festivales. Ahí andamos consiguiendo traje de charro o calzones de manta.
Ahí empezamos a notar muchos cambios en su persona.
Y es que sus compañías empiezan a tener influencia en lo que hace y hasta en lo que dice.
Luego se va a la Secundaria y en un abrir y cerrar de ojos ya está en Preparatoria.
Aquí, cuidado, es la etapa más peligrosa de un joven.
Empiezan a gustarle las fiestas, los bailes, las muchachas.
Y otra vez las compañías vuelven a tener influencia en su formación personal.
En todas las etapas de nuestros hijos hay que estar muy cerca de ellos, ganarnos su confianza y su sinceridad, porque cuando son adolescentes requieren más de nosotros. No los dejemos solos, ayudémosles a encontrar los caminos adecuados para que sigan formándose sanamente.
A los hijos, no hay que dejarlos de lado, porque cada vez las tentaciones y los peligros son más grandes.