A lo largo del tiempo que uno pasa en este Valle de Lágrimas, uno va metiendo patas, cometiendo errores, haciendo estupideces de las que uno a veces no termina de arrepentirse. Pero qué le vamos a hacer, somos imperfectos e incompletos, y estamos destinados a desbarrar.
Hay quienes ello no les causa mayor empacho, y sin revisar sus circunstancias pasadas vuelven a hacer las mismas burradas… sin el menor cargo de conciencia. Esa es gente destinada a ocupar una curul, a seguir proclamándose marxista, o a pensar que los Cachorros de Chicago ganarán la Serie Mundial en un par de años, cuando mucho.
Pero hay otros que tratan de corregir sus errores, desfacer los entuertos creados, y buscar el perdón, la paz y la concordia consigo mismo. Esa es la gente que suele terminar mejor su vida, sin rencores ni amarguras, y sin pegar de gritos en el hospital pidiendo vivir más… luego de haber consumido oxígeno siete u ocho décadas. Por eso hay que aprender a lavar las manchas que uno dejó y levantar el tiradero.
Pero hay otro grupo más, que no sólo no se arrepiente de las tonterías cometidas en su vida, sino que intenta sacar provecho de ellas.
Es el caso de dos muchachonas cuyos nombres quizá les suenen: Gennifer Flowers y Paula Jones.
Ambas fueron vinculadas, en distintos momentos, a la muy tormentosa y corriente vida erótica de Bill Clinton. La primera chica mantuvo una relación amorosa con el casquivano esposo de Hilaria cuando éste aún no era presidente; la segunda lo acusó de acoso sexual, alegando que le hizo propuestas muy feítas cuando era gobernador de Arkansas. A fin de cuentas, estos escándalos no generaron mucha ámpula, aunque prepararon el terreno para cuando apareció la cachetona Mónica Lewinsky y sus cándidas confesiones de lo que hacía con el buen Bill cuando éste se estresaba, a consecuencia de gobernar al líder del mundo occidental y la mayor potencia militar de todos los tiempos.
Pues bien, Flowers y Jones han decidido sacarle tajada a sus relaciones peligrosas. Y ahora tienen un servicio, vía Internet, en donde ofrecen confesiones, consejos y agudas reflexiones sobre la vida, el poder y el sexo. Cada mini-video, que no dura más de un minuto, puede ser adquirido por la bicoca de $1.99. Sí, leyó usted bien. Por menos de dos dólares usted puede escuchar chismes, consejos y meditaciones de tan distinguidas y brillantes damas.
Lo cual prueba que la capacidad de autoengaño (o la desesperación, usted escoja) no tiene límites. ¿Quién va a pagar para ver y oír a esas señoras? ¿A alguien le importa lo que tengan que decir? ¿Y quién sería tan ocioso para gastar tiempo y dinero en semejante tontería? Aunque vaya uno a saber: de todo se da en la viña del Señor.