Sucedió en tiempos de la Revolución. Virginola, madura señorita hija del dueño de la hacienda, estaba en su alcoba cuando se oyó afuera un tropel de caballería. "¡Santo cielo! -exclama la mamá de la doncella-. ¡Ahí vienen esos revolucionarios vándalos, lujuriosos, violadores, ultrajadores, estupradores, deshonradores de mujeres!". "¡Ay! -exclama Virginola, consternada-. ¡Y yo en estas fachas!"... En un viaje aquel señor acertó a pasar por la ciudad donde estudiaba su hijo. Aunque era ya de noche tomó un taxi para ir a visitarlo. Llegó a la casa y tocó el timbre. Se abre una ventana del segundo piso y un muchacho asoma la cabeza. "Dígame, señor". Pregunta el papá: "¿Vive aquí Leovigildo Patané?". "Sí -responde el muchacho-. Ahí déjelo en la puerta; luego lo recogeremos"... Un empresario le dice con disgusto a otro: "Tus amigos estamos avergonzados de ti, Adulacio. Supimos que pediste un crédito en el banco, y que para obtenerlo llegaste al vergonzoso extremo de humillarte ante el gerente, tanto que le besaste la mano cuando te dio el dinero". "¡Bah! -se burla el otro-. ¡Y no se imaginan qué es lo que me va a tener que besar el gerente para que yo le pague!". (No le entendí)... “Poderoso sindicato...”. Con esas palabras empieza el himno del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Es enorme, en efecto, el poder de esa organización. Lo ha sido siempre, pero ahora su fuerza es aún mayor, pues su actual dirigente ha convertido el SNTE en un eficaz instrumento electoral capaz de influir definitivamente en los resultados en una elección. Eso sin mencionar la participación de los maestros como agentes activos de propaganda y de proselitismo, y como operadores políticos. Tal cosa en sí no es criticable. Lo que preocupa es que el sindicato se ocupe sólo en cuestiones de política, y gremiales, y deje a un lado todo lo que atañe a la superación del maestro y al buen cumplimiento de su trascendental función. La dirigencia sindical se resiste con ferocidad a cualquier cambio que altere en lo más mínimo el estatus de sus agremiados, sobre todo en lo que hace a sus gajes y prestaciones, y frena todo aquello que tienda al bien de los educandos. Uno de los mayores problemas de México es la educación. Ese problema no estará en vías de solución mientras el poder del sindicato se siga usando para obtener mayor poder en vez de aplicarse al bien de la Nación... Hecho ese comentario, que seguramente sacudirá desde sus cimientos toda la estructura sindical, procederé a narrar otros chascarrillos a fin de tranquilizar a la República... Jactancio, sujeto presuntuoso, le contó a un amigo: “Tenía dolores en la espalda, y fui a consultar a un médico. Me recetó unas píldoras y me ordenó que haga pipí sentado. ¿Te imaginas? ¡Un hombre de mi edad haciendo pipí sentado!”. “Qué raro -comenta con extrañeza el amigo-. ¿Por qué te pidió el médico que hagas pipí sentado?”. Responde Jactancio: “Dice que no quiere que levante yo cosas pesadas”. (No le entendí)... Un agente policíaco iba de coche en coche buscando armas prohibidas por la ley. En la cintura de un conductor vio una pistola. "Lo siento, señor -le dice-. Tendré que arrestarlo por llevar en su persona una arma ofensiva". En el siguiente coche un individuo estaba en pleno trance de fornicio con su compañera. Cuando se acerca el agente, la mujer, molesta por la interrupción, prorrumpe en maldiciones contra él. "Lo siento, señor -le dice el agente al individuo-. Tendré que arrestarlo por llevar en su arma una persona ofensiva"... (Tampoco le entendí)... FIN.