¿Por qué tenemos vello púbico? Hay varias posibles respuestas a esa pregunta: tenemos vello púbico porque la naturaleza quiso ocultar las partes pudendas; lo tenemos como resto de nuestro pasado de antropoides; el dicho vello sirve para proteger las regiones genitales contra el calor y el frío... Pues bien: ninguna de esas explicaciones es plausible. He aquí la que proponen los científicos. El vello púbico, lo mismo que el axilar, tiene como función atrapar o detener las feromonas, esas eróticas esencias cuyo aroma sirve como atracción e incitativo para la función sexual, es decir para la perpetuación de la vida. Alguien verá en esto algo risible; pero en cambio otros encontrarán en el vello público una manifestación más de la sabiduría de la naturaleza -el creyente dirá de Dios- para disponer todo de manera que las especies animales, entre ellas la nuestra, la del Homo sapiens, no se extingan. Desde luego los humanos ya no necesitamos tal perfume para juntarnos en el acto maravilloso del amor; antes bien ahora nos disgustan los olores corporales. Pero la naturaleza es la naturaleza, si me es permitida esa perogrullada: a pesar de todos los desodorantes, lociones, aguas de colonia y perfumes existentes en el mercado, y aunque algunas damas se afeiten su mons veneris -¡y para propósitos eróticos, qué extraña paradoja!-, a pesar de todo eso, digo los sexos siguen y seguirán buscándose para oficiar el eterno rito del amor... Alguien le llamará ave de las tempestades; otros lo acusarán de ser más bien pájaro de presupuestos, pero nadie podrá negar que Porfirio Muñoz Ledo es un personaje de polémica. Su habilidad política sólo es superada por sus volubilidades: comparada con él una veleta es roca inconmovible. Don Porfirio ha recorrido toda la rosa de los vientos públicos; nada de la nómina le ha sido ajeno. En otras partes quizás eso sería gran defecto, pero en nuestra vida política, ámbito de burdos pragmatismos donde todas las ideologías están muertas y sepultadas ya, alguien como Muñoz Ledo sólo destaca un poco más: en tierra de tuertos el ciego es rey. Su designación como coordinador del FAP no da motivo para la sorpresa, sino para la risa. ¿Qué clase de izquierda es ésa que admite en un cargo así a quien tantas veces ha tenido actitudes de volatinero? Sin embargo no celebren las derechas este desliz de sus opositores: el próximo cargo de Muñoz Ledo bien podría ser el de director del Yunque... Conversaban un sacerdote católico, un ministro protestante y un rabino judío, y en su charla llegaron a la conclusión de que era cosa fácil imbuir la religión en un humano, pero que sería cosa difícil hacer que un oso se volviera religioso. Se desafiaron recíprocamente a fin de ver cuál de los tres lograba atraer un oso a su respectiva religión, y para tal efecto se internaron en un espeso bosque. Al día siguiente el cura católico apareció radiante. "Encontré a un oso -les cuenta a sus amigos-; invoqué a la Virgen, y el animal se arrodilló a mis pies". Al día siguiente apareció el ministro protestante. Se veía también feliz. "Encontré a un oso -narra-; le leí varios trozos de la Biblia, y el plantígrado me permitió llevarlo al río y bautizarlo". Al día siguiente apareció el rabino judío. Iba lleno de heridas y magulladuras; se veía todo sangrante y lacerado. Relata con acento gemebundo: "Encontré al oso. Y creo que fue una mala idea tratar de hacerle la circuncisión"... Juanilito, Rosilita y Pepito eran bebés. Sus mamás los pusieron juntos en la misma cunita. "Yo soy niño -dice Juanilito-. Lo sé porque traigo calcetincitos azules". "Yo soy niña -declara Rosilita-. Lo sé porque traigo calcetitas de color rosa". Pepito callaba. Le preguntan los otros: "Y tú ¿eres niño o niña?". "No sé -responde Pepito-. Tengo los éstos tan grandes que no me dejan ver si traigo calcetincitos azules o calcetitas de color de rosa"... FIN.