En su carrera política Santiago Creel ha tenido aciertos y ha cometido errores. Hay quienes piensan que el número de sus equivocaciones ha sido más grande que la cifra de sus buenos éxitos. Quizá por eso no está ahora en el sitio donde quiso estar, y donde Fox (y Marta) quisieron que estuviera. Seguramente sus críticos dirán ahora que entre los mayores yerros en que ha caído Creel está haber aceptado debatir con López Obrador acerca de las reformas energéticas. AMLO, cada vez más disminuido por las circunstancias - los hechos son muy tercos-, buscaba con desesperación volver a figurar en el tinglado público. Las cámaras y los micrófonos lo habían abandonado; era ya, como la nota de policía municipal, relleno de última página en los diarios. Y he aquí que de pronto sale una mano salvadora y lo rescata del olvido. Esa mano es la de Creel. No le arriendo las ganancias al inconsulto senador. Es imposible debatir razonablemente con alguien como el señor López. Para discutir se deben aportar razones, y él no tiene ninguna. Es rico, sí, en dogmas, en atavismos, en visiones simplistas de las cosas, en maniqueísmos; pero no sabe de racionalidades. Reza un antiguo adagio de la clerecía: "San Agustín predicando pierde ante un burro negando". Desde luego no estoy comparando a Creel con el de Hipona, ni menos aún equiparo a AMLO con un asno o pollino. A veces don Santiago no ha mostrado poseer muchas luces, ni un bagaje ideológico de peso. Por su parte don Andrés Manuel está muy lejos de ser un badulaque. Si con alguna criatura de la naturaleza se le puede comparar es precisamente con aquella cuyo nombre siempre acompaña al suyo: el peje. Define el diccionario: "Peje: Hombre astuto, sagaz e industrioso". Pero frente a cualquier dato de peso que Creel pueda aducir para fundamentar la urgente y necesaria modernización de PEMEX, López Obrador esgrimirá los viejos tabúes; dirá a gritos que el petróleo es nuestro; ondeará las ya gastadas pero siempre efectivas banderas del nacionalismo; calificará de traidores a la Patria a quienes no piensen como él, y convocará a las masas a salir otra vez a la calle a defender a la Nación contra sus enemigos. Flaco servicio hace Creel al gobierno de Calderón, a su partido y a la tarea de modernización de México. Le está poniendo alfombra roja al populismo. El populismo dirá que las alfombras no le gustan, pero ésta la va a aprovechar con mucho gusto... Hoy se cumple un mes de la Navidad, y sin embargo Pepito no se ha repuesto aún de algo terrible que le pasó ese día, quizá la única vez en que Pepito el de los cuentos salió perdiendo en uno. Sucede que estaba bien dormido después de la cena de Nochebuena cuando sintió que alguien lo movía para despertarlo. Abrió los ojos, y vio a Santa Claus. Eso lo sorprendió bastante, pues no creía en él. Le dice Santa: "He venido a darte lo que me pediste". Pepito, adormilado todavía, se levanta y le pregunta: "¿Qué te pedí?". "¿Ya no te acuerdas? -responde Santa Claus-. Aquí tengo tu carta, y voy a cumplirte tu deseo". Así diciendo se vuelve hacia la puerta y llama: "Ya puedes venir, Sata". Ante el espanto de Pepito aparece en el cuarto Satanás. Le ordena Santa Claus: "Haz lo que te dije". El demonio, entonces, procedió a ponerse en la pata derecha una pesada bota de duro cuero con suela y punta de metal. Tras calzarse esa tremenda bota el diablo fue hacia Pepito y con ella le propinó una terrible patada en la entrepierna. Pepito cayó al suelo agarrándose los éstos con las manos, por el dolor tremendo. Con gemebundo acento le pregunta a Santa Claus: "¿Por qué el diablo me dio esa patada ahí?". Responde Papá Noel: "Es lo que me pediste. Lee tu carta. Dice: ‘Santa Claus: no creo en ti. Además me porté muy mal durante el año. Pero de cualquier modo quiero un patín del diablo, por mis hue...’"... FIN.
