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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La conciencia, ya se sabe, es esa vocecita interior que te advierte que a lo mejor alguien está mirando. Facilda Lasestas, muchacha con hormona inquieta, fue con el siquiatra y le dijo que estaba afectada de erotomania: continuamente experimentaba un impulso fornicario tan poderoso e intenso que se entregaba sin vacilar al primer hombre con que se topara. "Y al día siguiente, doctor -le contó atribulada-, siento grandes remordimientos de conciencia". Le indica el facultativo: "La someteré a un tratamiento de hipnosis para quitarle ese impulso fornicario". "¡No, doctor! -se alarma Facilda-. ¡Lo que quiero que me quite son los remordimientos de conciencia!"... En su mansión palaciega aquel rico hombre estaba con su familia en la mesa del elegante comedor. Los ve a todos y luego dice con lamentoso acento: "Miro aquí a mis dos hijas y a mis cuatro hijos; miro a mis dos yernos y a mis cuatro nueras. Lo que no veo, y eso me llena de tristeza, es ningún nieto. Envidio a quien en este momento escribe este relato, pues aunque no tiene mis riquezas posee otra mayor fortuna: es abuelo de 10 nietos, y eso lo hace ser más rico que yo, y gozar de una felicidad desconocida para mí. Esa inmensa ventura la ha plasmado con inspirado acento en las hermosas y sentidas páginas de su más reciente libro: ‘De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos’, de venta en las mejores librerías’". Suspira el riquísimo señor, y luego añade: "Daré un ejemplar de dicho libro, y además un millón de dólares en efectivo -regalo menos valioso que el primero, ciertamente, pero también de alguna significación-, a la primera pareja que me dé un nieto". Tras pronunciar su alocución el señor inclinó la cabeza para decir la acción de gracias por los alimentos. Cuando la levantó los únicos que estaban en la mesa eran su esposa y él. ¡Lo que es el interés por un buen libro!... En el atrio del templo parroquial Pepito comía frituras de maíz. Las palomas revoloteaban sobre su cabeza, y eso mortificaba mucho al niño. Les dice muy enojado: "¡Chinches palomas! ¡Vayan a tiznar a su madre!". Sale Sor Bette y amonesta dulcemente al muchachillo. "Mira, buen niño -le dice con ternura maternal-. Esas inocentes palomas son criaturitas del Señor. Se han acercado a ti porque esperan que les des unas migajas de lo que estás comiendo. No las injuries ni maldigas; no profieras contra ellas palabras vergonzosas ni altitonantes voces de ofensa o de baldón. Di nada más con suavidad y mansedumbre: ‘Palomitas de Dios: idos en paz’. Y ya verás que ellas solitas se van a tiznar a su madre"... La nueva enfermera va con la encargada de piso y le informa: "Los médicos del quirófano dicen que ya se les acabó el alcohol". Responde la encargada: "Voy a conseguirles algo. Mientras tanto diles que beban cualquier otra cosa"... Relataba un señor: "Conocí a un domador que metía todo el brazo en las fauces de un león. Sus compañeros lo llamaban ‘El temerario Jack’". "¿Lo llamaban? -dice alguien-. Pues ¿cómo lo llaman ahora?". Responde el señor: ‘El manco Jack’"... La ingenua secretaria le confesó a su guapo y joven jefe que estaba enamorada de él, aunque sabía bien que era casado. "Susiflor -le pregunta el ejecutivo-. ¿Te gustaría vivir un amor pecaminoso, oculto, de espaldas a las leyes de Dios y de la sociedad? ¿Te gustaría tener conmigo encuentros fugaces en oscuros antros con tufos de tabaco y de licor? ¿Te gustaría que tuviéramos citas clandestinas en sórdidos moteles en las afueras de la ciudad? ". "No -responde la chica, llorosa y apenada-. No me gustaría eso". Y dice el ejecutivo: "Bueno, era sólo una sugerencia"... FIN.

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