El hombre se enamora por los ojos; la mujer, por los oídos. Afrodisio Pitonier, labioso galán, sabía eso. Le habló entonces con tono untuoso a Dulcilí, muchacha ingenua, compañera suya de trabajo; la enamoró con palabra seductora; le hizo promesa formal de matrimonio, y consiguió por fin que ella le entregara el nunca tangido tesoro de su doncellez. A consecuencia de aquella imprudente donación Dulcilí quedó ligeramente embarazada. Le dio la noticia a Pitonier, y él le dijo, solemne y circunspecto: “No pienses que te dejaré sola en este trance, Dulcilí. Haré una colecta en la oficina para tus gastos de embarazo y parto”. (El desgraciado era hombre de una sola palabra: “Rájome”)... Deirfttog Ztinbiel era el herrero de un pequeño pueblo. No había en el mundo persona más optimista que él: Ztinbiel tenía la certidumbre de que vivía en el mejor de los mundos posibles. Cuando algo malo le pasaba solía decir: “La cosa pudo haber estado peor”. Ante cualquier catástrofe o calamidad repetía su estribillo: “La cosa pudo haber estado peor”. Cierto día -miércoles para más señas- el cartero de la aldea le dio una trágica noticia. Esa madrugada al panadero del lugar le había dolido la cabeza. Se fue a su casa antes de lo acostumbrado, y encontró a su mujer en brazos de un desconocido. El panadero tomó una pistola; mató a su esposa y al sujeto, y luego se dio un balazo en la cabeza. Tras oír el dramático relato dijo Ztinbiel: “La cosa pudo haber estado peor”. “¡Cómo que pudo haber estado peor! -se indignó el cartero-. ¡Tres muertos, te digo, ¿y la cosa pudo haber estado peor?!”. “Así es -confirma Ztinbiel-. Si en vez del miércoles al panadero le hubiera dolido la cabeza el lunes, yo no estaría aquí”... Declara un dicho popular: “Tanto quiere el diablo a su hijo hasta que le saca un ojo”. Los perredistas “han cerrado filas” en torno de Genaro Góngora Pimentel como aspirante a dirigir el Instituto Federal Electoral. Con esa cerrazón prácticamente lo han inhabilitado para el cargo. En efecto, sería imprudencia temeraria dejar la dirección del IFE en alguien que claramente estaría comprometido con el PRD, al que le debería el cargo. La imparcialidad es requisito indispensable en cualquier consejero electoral, y más en el consejero presidente. De llegar al mencionado puesto el señor Góngora no llegaría con la independencia personal que se requiere para cumplir bien esa función. En el IFE se necesitan ciudadanos autónomos e imparciales, no personeros de tal o cual partido o representantes de esta u otra ideología política... El marido llegó a su casa en horas de la madrugada después de haberse corrido una parranda. Su mujer, furiosa, le pregunta: “¿Cuánto dinero te gastaste?”. “Dos mil pesos” -confiesa el individuo. “¿Dos mil pesos? -se indigna la señora-. ¡Es mucho dinero para gastarlo en una sola noche!”. “Es fácil para ti decir eso -replica el hombre-. No fumas, no bebes, y tienes tus propias pompas”... El alcalde Babalucas rendía su primer informe. Dijo: “Y he astalfado la carretera”. “Asfaltado” -le indica alguien. “Sí -reconoce Babalucas-. A veces he faltado, pero siempre con causa justificada”... Relataba en la fiesta aquel señor: “Entonces sonó el pito de la máquina”. Una dama feminista que oía aquello lo interrumpe, hosca: “Por favor no use la palabra ‘pito’. Diga ‘silbato’. El otro término es machista”... Hacía un frío de los mil demonios, y el caballero de muy madura edad estaba en el jardín de su casa sentado en una silla y desnudo de la cintura abajo. Llegó uno de sus nietos, y al verlo así exclamó lleno de alarma: “¡Abuelo! ¿Qué estás haciendo aquí?”. Responde con voz triste el veterano: “Ayer también estuve aquí sin camisa y camiseta, y se me endureció el cuello. Esto es idea de tu abuela”... FIN.
