El pretendiente se presentó ante el padre de su novia a fin de pedir la mano de la muchacha. Pregunta el genitor, severo: “Y ¿tiene usted lo necesario para mantener a Susiflor?”. “Creo que sí, señor” -contesta el muchacho. Inquiere el papá: “¿Cuánto gana?”. El novio respondió citando una cantidad. “¡Uh! -se burla el padre-. ¡Con eso no le alcanza a usted ni para comprarle calzones a mi hija!”. “Perdóneme, señor -replica el muchacho-. Ya le conozco todos los que usted le compra, y creo que conmigo podrá tener más, y mejores”... La maestra de la escuela les dictaba a sus alumnos un poema: “La pólvora estalló, silbó la bala. / La golondrina, con el pecho herido, / rota, caída, destrozada el ala, / cayó desde lo alto de su nido”. “Maestra -la interrumpe Rosilita-. ¿Cómo se escribe la palabra ‘bala’?”. Molesta por la interrupción, la profesora le contesta: “Como suena”. Y Rosilita escribió: “¡Pum!”... La flamante ama de casa le dice a su maridito, con el que se había casado apenas hacía una semana: “Iba a hacerte unos huevos con champiñones de lata, Filidor, pero no pude”. “¿Por qué, vidita?” -pregunta él con ternura. Responde la muchacha: “Es que tenemos abrelatas, pero abrehuevos no”... La joven mucama le contó sus cuitas al padre Arsilio, el cura párroco del pueblo. “No sé qué hacer, padre -le dijo-. La señora de la casa donde estaba de sirvienta me despidió, y estoy sin trabajo”. “Vamos, hija -la consuela el bondadoso sacerdote-. No te angusties. Entrégate al Señor, y ya verás cómo todo se arregla”. Responde la criadita: “Me entregué al señor, padre -responde la criadita, gemebunda-. Precisamente por eso me despidió su esposa”... En los fenómenos sociales, como en aquellos que pertenecen al mundo de lo físico, no existe el vacío. (El autor se toma un momento de descanso para reponerse de esa declaración tan campanuda). El antiguo poder presidencial ha sido sustituido en México por otros poderes que ahora se ven caóticos y desordenados; todo lo contrario de aquel otro poder, el del Presidente, que se veía desordenado y caótico. En efecto, en el Congreso Federal los diputados y senadores tratan de ejercer mando por encima del Ejecutivo, y en los estados algunos gobernadores intentan crear cotos de dominación personal que hacen a un lado los controles federales. Alguien podrá decir, y no le faltará razón, que somos novicios en esto de la democracia, y que todavía no sabemos cómo se maneja. Lo cierto, sin embargo, es que la situación reinante, de mal ejercicio en general de la política, se debe sobre todo a la falta de una actitud ética en la mayor parte de nuestros políticos, carencia que se traduce en una falta de civilidad y -peor aún- de civismo. Nadie jamás aprenderá por decreto a aplicar en su vida o sus funciones determinado código ético. Esto es cosa de educación. Y en México la educación es muy mal educada. La educación sin democracia es cosa estéril, pero la democracia sin educación es imposible. (El autor hace una nueva pausa para reponerse de esta otra campanuda declaración)... Don Hefestino, el herrero del pueblo, era tartamudo. Cierto día estaba forjando una pieza de hierro. Levanta el enorme mazo y le ordena a su joven ayudante: “Po-pon en el yu-yunque la pi-pí”. “¡No, maistro!” -se asusta el mozo al tiempo que se alejaba lleno de sobresalto. Le aclara furioso el herrador tartaja: “¡La pi-pi-pieza, in-indejo!”... Pepito había visto siempre con atención profunda lo que hacen los perritos en la calle. Aquella tarde sus papás estaban en la recámara. Se había acabado el agua, de modo que la sirvienta calentó una tina para bañarse. Iba con la tina rumbo a su baño cuando la vio Pepito. Se atraviesa el niño con los brazos abiertos en la puerta de la recámara de sus papás y le dice muy alarmado a la muchacha: “¡A ellos no, Famulina! ¡Ellos se despegan solos!”... FIN.