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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Le comentó un rabino a un católico: "Si alguien de mi comunidad me dice que está fornicando le pido una aportación de 100 dólares para la sinagoga”. "¡Cien dólares! -se asombra el católico-. ¡Nuestro cura párroco nos pide solamente rezar un padrenuestro para absolvernos del pecado de fornicación!”. "Bueno -responde el rabino-. Es que él no sabe lo sabroso que es eso”... El novio llegó agotado de la luna de miel. Fue a ver al médico, y éste le indicó que su cansancio era debido a que en esas dos semanas había abusado de sus facultades amatorias. Le recomendó: "Por algún tiempo haga el amor únicamente en los días cuyo nombre lleve la letra ere: martes, miércoles y viernes”. Una madrugada el muchacho, que dormía profundamente, despertó al sentir besos y caricias de su joven esposa. "¿Qué día es hoy?” -preguntó con feble voz. Le responde con ansiedad su mujercita: "¡Dormingo!”... Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, hablaban de sus preferencias en materia de hombres. "A mí -dice la señorita Celiberia- me gustan morenos, de ojos verdes y con bigotito”. "Pues a mí -afirma la señorita Himenia- nada más me gustan dos clases de hombres: los nacionales y los extranjeros”... Hubo una vez un México pobre, pero digno. La gente se bastaba con lo necesario. Muchos mexicanos recordaban todavía las carencias que vivieron en los años de revolución, cuando hubo escasez, y aun hambre. Pasó ese tiempo de penurias, y entonces lo estrictamente necesario fue para ellos igual que la abundancia. Llegaron otros días; cambiaron las circunstancias, y con la paz y el progreso vino un relativo bienestar. Ya no hubo que ponerles medias suelas a los zapatos; el pollo dejó de ser un platillo de lujo exclusivo para ricos; las mujeres no debieron ya mandar sus medias al "hospital”. Luego las cosas mejoraron aun más. Vino la época de las vacas gordas: se podía cambiar de automóvil cada año; era relativamente fácil hacerse de una buena casa; los señores y señoras de la clase media vacacionaban en Europa. Y luego, la catástrofe. Aquella efímera Jauja estalló igual que una pompa de jabón, y del sueño de la abundancia pasamos a la pesadilla de la crisis, de los errores decembrinos, del desempleo y la inseguridad. Pero el país no se acabó. Cayendo y levantando hemos seguido nuestro camino. Recordemos entonces aquel México pobre, pero digno, y sigamos entregando a México nuestro trabajo y nuestra aspiración de hacer de este país una casa más digna y con mayor justicia para todos... Le dice un comerciante a otro: “Quiero poner una tienda, pero no encuentro local en el centro”. Pregunta el otro: “¿Y por qué quieres poner la tienda precisamente en el centro?”. Explica el comerciante: "Mira: el sexo está en el centro, y siempre ha tenido éxito”... El gallo del corral era cieguito. Tenía, sin embargo, la valiosa ayuda de un servicial perico que lo guiaba para que cumpliera sus tareas en el gallinero. Llegada la ocasión le decía el loro: "Ahí está la gallina, gallito... Avanza derecho unos seis pasos... A la izquierda; un poco más a la izquierda... Así... Otros tres pasitos hacia adelante... Ahí. Ahora súbete... ¡Muy bien, gallito, muy bien!”. Con la guía y el estímulo del perico, el gallo no tenía mayor dificultad para cumplir su función procreadora. Cierto día el periquito vio que el gallo se le acercaba tentando con las alas. "Oye gallito -le dice alarmado-, yo soy el perico... Vas mal, gallito; vas mal... No, gallito, no... ¡¡¡Gallito!!!... ¡Ay!... ¡Muy bien, gallito, muy bien!”... FIN.

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