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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Braulio Fernández Aguirre es un recio señor, recio de espíritu y de cuerpo. El otro día lo saludé, y al darle un abrazo lo sentí fuerte, con la fortaleza que el campo da a los hombres que se han dado al campo. Se lo dije, y me respondió: "Tengo 96 años. Y quiero llegar a los 100; no importa que me haga viejo". Don Braulio es uno de los mejores gobernantes que Coahuila, mi estado, ha tenido en su historia. Lagunero de corazón, tiene el carácter que La Laguna da a sus hijos: apego a la tierra; entrega en el trabajo; generosidad en el trato con los demás. Una vez, gobernador él y yo incipiente columnista y crítico político en agraz, me presentó con Díaz Ordaz, presidente de la República entonces, y le dijo hablando de mí: "Nos fustiga, pero nos ayuda". Por don Braulio tiene mi universidad, la de Coahuila, hermosos recintos para sus facultades; por él Saltillo vio resuelto su problema de falta de agua; por él las ciudades coahuilenses conocieron una etapa de progreso, de superación. Y todo ese trabajo hecho con la llaneza y sencillez de aquel que sabe que está haciendo lo que debe hacer. Los saltillenses recuerdan una entrañable estampa: la de don Braulio y su señora esposa, doña Lucía, que dejó de sí recuerdos imborrables, yendo al cine del brazo y por la calle, sin acompañamiento alguno, como cualquier matrimonio de los que al cine van. Esta noche el Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales le entregará a don Braulio su Presea al Mérito Comunitario. Mis andaduras de juglar me llevan este día a Ciudad Juárez, y no podré estar hoy en esa ceremonia, ni mañana en la comida que un grupo de sus amigos le ofrecen por ese reconocimiento. Sirvan estos renglones para expresarle, con mi admiración y afecto de siempre, mis disculpas por esa ausencia, igual que a mi talentoso amigo Onésimo Flores Rodríguez, que en el IMARC ha cumplido una ejemplar labor, como en todos los sitios donde ha estado. Estaré ausente, entonces, de esos homenajes a don Braulio Fernández Aguirre, pero no seré un ausente, pues comparto los sentimientos de respeto y gratitud que la comunidad coahuilense guarda para quien la sirvió tan bien... El joven recién casado y su flamante mujercita acudieron a la consulta de un terapeuta sexual. "¿Cuál es el problema?" -inquirió el especialista. Responde la muchacha: "Mi esposo sufre de eyaculación prematura". Se vuelve el terapeuta hacia el marido y le pregunta: "¿Es eso cierto?". "No totalmente, doctor -contesta el tipo-. Ella es la que sufre; yo no"... Leovigildo casó con Alcancina. La noche de las bodas ella le pidió 500 pesos por su primer encuentro de amor. Él, divertido pero también ansioso de gozar las delicias de himeneo, le entregó la cantidad. Mucho se sorprendió después, empero, cuando supo que por cada acto amoroso su mujercita demandaba el mismo pago. "¿Para qué quieres ese dinero?" -le preguntó, extrañado. "Yo sé mi cuento" -respondió ella. Pasaron los años. Un día Leovigildo llegó triste a su casa. Lo habían despedido del trabajo, le contó a su mujer. A su edad difícilmente encontraría otro. "No te preocupes -lo tranquilizó ella-. Tenemos lo necesario para vivir con lujo todo el tiempo que nos quede de vida". Y así diciendo le mostró cuentas bancarias, acciones, bonos y otros documentos que sumaban millones y millones. "¿Cómo es que tienes todo ese dinero?" -preguntó el marido, estupefacto. Responde ella: "Invertía las cantidades que me dabas por hacerme el amor, y en tal forma multipliqué esas sumas que ahora somos multimillonarios". "¡Caramba! -exclama Leovigildo con admiración-. ¡De haber sabido que eras tan buena para las finanzas habría hecho contigo todos mis depósitos!"... FIN

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