No me sorprende que Manlio Fabio Beltrones aspire a ser Presidente de México. Lo que me asombra es que no se percate de que su aspiración puede llevar al PRI a una crisis como aquella que provocó Madrazo, y luego a una derrota igualmente estrepitosa que la sufrida por el tabasqueño. En mucho se parecen los dos: en la ausencia de carisma personal; en la opacidad de algunas de sus acciones; en la falta de buena imagen ante los electores. Tanto Madrazo como Beltrones representan algo de lo menos bueno -decir "de lo más malo" se acercaría mayormente a la verdad- que tiene el otrora poderosísimo partido. Ambos pertenecen a ese pasado de autoritarismo, carencia de actitud ética y tortuosa manipulación. En el remoto caso de que Beltrones llegara al cargo que ambiciona volverían a instaurarse con él los viejos procedimientos de aquel antiguo PRI, pues otros no conoce el sonorense. Ojalá los priistas, a pesar de la incuestionable habilidad política de Beltrones, y de la capacidad extensa de maniobra que ha adquirido, no cometan con él la misma fatal equivocación que con Madrazo cometieron... Con lo anterior he dado cumplimiento a mi deber de orientar a la República. Cumplo ahora la otra modestísima función que me he arrogado: sedar sus inquietudes y desasosiegos con el relato de algunos cuentecillos de lene humor y vago entretenimiento... Don Geroncio llegó a su casa y le dijo algo a su esposa. Ella, agradablemente sorprendida, corrió a la alcoba y se puso un vaporoso negligé que hacía mucho tiempo no vestía. Luego se reclinó en el lecho con actitud lasciva de Cleopatra. Entra el añoso señor a la recámara, la ve así tendida, voluptuosa, y le pregunta con asombro: "¿Qué haces?". Responde ella. "Lo que me dijiste". "¿Qué te dije?" -vuelve a inquirir él sin entender. Contesta la mujer: "Me dijiste como en los viejos tiempos: ‘Prepárate’". "¡No! - replica don Geroncio-. Te dije: ‘Prepara té’"... Babalucas narraba con tristeza: "Inventé un veneno infalible contra las hormigas, pero fracasó en el mercado. Es inyectable"... La señora llegó a su casa y encontró a su marido haciendo el amor en la recámara con una mujer joven. "¡Canalla infame; morueco incontinente; desvergonzado sátiro; salaz y lúbrico verrón! -prorrumpió la esposa, que en sus momentos de furia solía ampliar mucho su vocabulario-. ¿Así te atreves a infamarme, gran bellaco? ¡Has salir de mi cama a esa furcia, y luego a la calle ve con ella, pues de la calle la trajiste a mancillar el lecho conyugal!". Dicho lo anterior la mujer bebiose un vaso de agua, pues su peroración le había secado la garganta. Aprovechando aquella pausa le dice el individuo: "No te formes una mala impresión de lo que has visto, Gorgolota. Permíteme explicarte lo que sucedió. Venía yo a la casa en automóvil cuando en una esquina miré a esta pobre muchacha. La vi tan desolada que me detuve para preguntarle si le pasaba algo. Ella me dijo que tenía tres días sin comer. Sentí compasión de ella; la traje a la casa y le ofrecí esas enchiladas que había comprado para ti, y que desdeñaste porque -dijiste- estás a dieta. La vi tan pobremente vestida que le ofrecí esa falda que no te gusta usar porque -dices- te hace ver más gorda, y esa blusa que te compré en tu cumpleaños, y que tampoco te gusta usar porque -dices- no sé nada de ropa de mujer. Luego le di el suéter que mi hermana te obsequió en la Navidad y que no te gusta usar porque -dices- mi hermana te cae mal. Luego le regalé esas botas que te compraste hace unos días y que no te gusta usar porque -dices- una compañera de trabajo tiene unas iguales. La muchacha me agradeció todo eso, emocionada, y se encaminó hacia la puerta para irse. Pero en eso se volvió hacia mí y me preguntó: "Señor: ¿no tiene usted alguna otra cosa que a su señora no le guste usar?"... FIN.