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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Pancho Chincual, llamado "El Mexicano", era el más famoso cazador de leones en las Montañas Atlas, del Continente Negro. Ningún otro "lions hunter" era tan conocido como él entre Cape Dra y Cape Bon. Su fama provenía de que las pieles de león que vendían los otros cazadores estaban siempre afeadas por el agujero que causaba la bala, en tanto que las de Pancho El Mexicano se veían intactas; no estaban así, agujeradas. Aquello era un misterio: nadie sabía cómo cazaba Pancho a sus leones. Cualquiera que fuese su arma -rifle; lanza; arco y flecha-, por fuerza debía dejar en la piel del león alguna herida, y sin embargo las pieles que Pancho vendía no presentaban ninguna. Ansiosos por desentrañar aquel enigma los cazadores rivales de Pancho contrataron a la señorita Sheila Kill, genial detective londinense, a fin de que lo siguiera en una de sus cacerías y averiguara cómo daba muerte al león. Se ocultó la brillante investigadora cerca de la choza donde vivía Pancho, y una madrugada lo vio salir con rumbo a la jungla donde los leones solían merodear. Pero Chincual no llevaba arma alguna: lo único que traía consigo era una escoba y una bolsa pequeña que cargaba al hombro. Lo siguió la señorita Sheila Kill, pero "El Mexicano" se le perdió entre los matorrales. Media hora después salió de la espesura. Iba arrastrando el león que había cazado. La célebre detective se asombró: no había escuchado ruido de disparos; ¿cómo pudo dar muerte Pancho a la temible fiera? Ayudemos a la señorita Sheila Kill a descifrar la incógnita. Digámosle cómo le hacía nuestro paisano para matar sus leones. Lo que Pancho llevaba en su bolsita era pinole. ¿Sabrá la señorita Sheila Kill lo que es el pinole? Es harina de maíz tostado, finamente molido y a veces endulzado. A esa harina se añaden otras sustancias, como canela, anís o cacao, que le dan un rico sabor y un agradable aroma. Ponía Pancho en la tierra un montoncito de pinole. El león, atraído por el perfume de aquella deliciosa golosina, se acercaba a olerla. Entonces Pancho le introducía al felino por salva sea la parte el palo de la escoba. Al sentir aquel inesperado metimiento el Rey de la Selva hacía: "¡Hiiii!, al tiempo que aspiraba con fuerza por causa de la tremenda sensación. El pinole lo ahogaba, y entonces Pancho podía quitarle la piel sin que el trofeo mostrara huella alguna. He ahí la explicación. Yo me pregunto: ¿por qué no aplicamos nosotros ese ingenio mexicano para resolver nuestros arduos problemas nacionales? Claro, sin el pinole ni la escoba. (A menos que su uso sea absolutamente necesario)... Ovonio Grandbolier se vio en el último extremo de la necesidad, tanto que tuvo que avenirse a buscar un empleo; él, que en toda su desastrada vida de haragán no completaba un turno de 8 horas de trabajo. Lo halló en una fábrica a donde lo llevó un compadre suyo. Ya en la faena el compadre le dice a Ovonio: "Vamos a pedir un permiso para tornillos". Poco después le indica: "Vamos a pedir un permiso para tuercas". Y luego: "Vamos a pedir ahora un permiso para pernos". "¡Oye no! -estalla Grandbolier-. ¡Si hasta para eso hay que pedir permiso, yo mejor me voy!"... Entró un individuo en la cantina. Llevaba una rana en la cabeza. Pregunta el cantinero: "¿Por qué traes ahí ese animalejo?". Contesta la ranita: "Todo empezó cuando me salió un grano en una pompa"... Don Poseidón y su esposa doña Holofernes sostenían su enésima riña conyugal. Le dice él: "Cuando te mueras voy a poner en tu lápida: ‘Aquí yace mi mujer, fría como siempre’". Replica doña Holofernes: "Y cuando te mueras tú yo voy a poner en tu lápida: ‘Aquí yace mi marido, tieso como nunca’"... (No le entendí)... FIN.

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