A cierta parte de su cuerpo don Vetulio le decía "La vengativa". Explicaba la razón de ese mote peregrino: "En mi juventud yo le ordenaba: ‘¡Levántate!’. Y ella se levantaba siempre. Ahora ella me dice en la noche a cada rato: ‘¡Levántate!’. Y yo soy el que me tengo que levantar"... Relataba un señor: "Una vez hice una sociedad con un sujeto. Él puso la experiencia y yo el capital. Un año después él tenía el capital y yo la experiencia"... Discutían la esposa y el esposo. Para poner fin a la discusión él le gritó, exasperado: "¡Y además quiero que sepas que eres pésima en la cama!". Así diciendo salió dando un portazo y se fue a su trabajo. A media mañana sintió remordimientos de conciencia -esa vocecita que llega siempre demasiado tarde-, y tomó el teléfono para llamar a su esposa. Diez o más veces sonó el timbre, hasta que ella contestó por fin. "Diga" -habló con acezosa voz. Pregunta el marido con enojo: "¿Por qué tardaste tanto en contestar?". Responde ella, jadeante: "Porque estaba en la cama". "¿En la cama a esta horas? -bufa el tipo-. ¿Qué estabas haciendo ahí?". Replica ella sin dejar de respirar agitadamente: "Buscando una segunda opinión"... En el caso del petróleo Andrés Manuel López Obrador tiene razón, pero no mucha, y la poca que tiene vale nada. Usa ese tema no como asunto para argumentar, sino como mito para esgrimir ante la muchedumbre. En una discusión aquél que invoca el patriotismo es porque no tiene ninguna otra razón para invocar. (Hago un breve paréntesis a fin de apuntar en mi cuaderno esa última frase, digna de ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero). Experto en el manejo de fantasmas, AMLO hace flotar ahora ante sus seguidores el de la entrega del petróleo al extranjero; invoca los ídolos pretéritos y acusa de traidor a la Patria a todo aquél que no piensa como él. López Obrador es el pasado que vuelve (nuevo paréntesis para otra anotación en el cuaderno). Declara ser de izquierda, y hay quienes se lo creen, pero más bien es resucitación de aquel priismo arcaico que se decía revolucionario y nacionalista, y que en verdad era burocrático y autoritario. Se ha empecinado López Obrador en no reconocer la realidad de México y del mundo: el único futuro que contempla es el suyo. Y más no digo aquí por dos razones: la primera, porque ya estoy muy encaboronado; la segunda, porque se me acabó el espacio en el cuaderno para anotar más frases. Esa última, también merecedora de perennidad -"el único futuro que contempla es el suyo"-, no pude ya anotarla... El cuento que ahora sigue es de los que se deben calificar de inconvenientes. Lo leyó doña Tebaida Tridua, presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y sufrió un súbito ataque de escotodinia o vértigo apoplético. La visión se le oscureció; cayó desfallecida en la otomana de su alcoba. Las personas que no tengan otomana deben abstenerse entonces de leer el siguiente chascarrillo... Un amigo de Babalucas que vivía a cierta distancia de la casa de éste se compró unos binoculares, e invitó a Babalucas a probarlos, pues -le dijo- con ellos se veía muy bien hasta su casa. Dirige el amigo los prismáticos hacia el hogar de Babalucas y le dice: "Tu esposa entró en la recámara, y se está quitando el vestido". Contesta Babalucas: "Ha de tener calor". Continúa el amigo: "Ahora se está quitando el fondo". Responde Babalucas. "Ha de tener calor". Prosigue el amigo: "Ahora se está quitando las medias". Indica Babalucas: "Ha de tener calor". Declara el amigo: "Ahora se está quitando la ropa interior". "Reitera Babalucas: "Ha de tener calor". Dice el amigo: "Ahora está entrando tu vecino, y se está bajando el pantalón y lo demás". Y exclama Babalucas: "¡Ah, no! ¡A hacer sus necesidades en su casa!"... FIN.