-Nos iban a tomar la foto del recuerdo. Yo, imprudente de mí, propuse para que todos sonrieran: “¡Digan ‘whisky!’”. Se levantó un coro unánime de voces: “¡¡¡Aquí no!!!”. Y era que estábamos en una reunión de Alcohólicos Anónimos. Y qué encuentro fue ése. Más de 2 mil miembros de esa noble agrupación se dieron cita en el Instituto Tecnológico de Monterrey, en la capital nuevoleonesa. La prestigiosa casa de estudios facilitó generosamente el uso de sus instalaciones en el campus Garza Sada a fin de que los doble A venidos de todos los estados norestenses tuviesen ahí su reunión plenaria. El ingeniero Jorge Cervantes Oviedo, director del Departamento de Prevención de Adicciones del Tec, apoyó en forma decidida a los organizadores del evento, y un numeroso grupo de muchachas y muchachos del Instituto trabajaron como voluntarios en su realización. Yo fui invitado a perorar. Generalmente me sobran las palabras, pues casi nunca tengo nada qué decir, pero en esta ocasión me faltaron palabras y me sobró emoción, tanto así me conmovió el callado heroísmo de todos esos héroes y heroínas que luego de padecer los efectos de ese terrible y temible mal, el alcoholismo, se elevaron por encima de él. En congresos como éste el motivador suele decir con magnílocuo acento a los presentes: “¡Son ustedes unos triunfadores!”. En esta ocasión cada uno de los asistentes era en verdad un triunfador, pues todos sin excepción habían vencido al más grande enemigo al que se enfrenta un ser humano: él mismo. Oí relatos conmovedores de mujeres y hombres que luego de haber arruinado sus vidas, y las de los suyos, por causa del alcohol, consiguieron dejar de beber con ayuda de otros que fueron igual que ellos. Para eso comenzaron por admitir con humildad que eran alcohólicos: “Me llamo... y soy alcohólico”; reconocieron su debilidad humana, y se pusieron en manos de un ser supremo, Dios, para apoyarse en él en su diario propósito de no beber durante un día. Justa y muy justa —quiero decir exacta y llena de justicia— fue la frase que usó el principal orador participante, monseñor Alfonso Ramírez, quien se llevó la noche, y una ovación atronadora, cuando dijo que Alcohólicos Anónimos es “como un brazo de Dios”. Lo es, en efecto, por el bien que hace y los milagros que realiza. Vaya mi admiración a todos los doble A de México, y mi reconocimiento a esa benemérita organización que espera día y noche, con amistad y amor, a todos aquellos que quieran acercarse a ella para volver a encontrarse a sí mismos después de haberse perdido en el alcohol... En la ciudad donde vivía Babalucas se hizo una campaña para que todos los dueños de perros tramitaran una licencia para su mascota. Iba Babalucas en su coche, y llevaba su perrito a un lado. Lo detuvo un patrullero y le preguntó. “Su perro ¿tiene licencia?”. “No la necesita, oficial -responde el badulaque-. Yo manejo siempre”... Iban juntos Hillary Clinton y Barack Obama a participar en una reunión política cuando volcó el vehículo que los llevaba, y ambos se vieron de repente en la morada celestial. Ahí le dijeron a San Pedro que deseaban tener un encuentro con algún político para debatir con él. El apóstol se ofreció a buscarlo, pero pasaron los años sin que cumpliera su ofrecimiento. Al fin, después de un siglo, se presentó con el político. Debatieron con él Barack y Hillary, y lo vencieron en la discusión. Aquel triunfo, y el trato que a lo largo de la centuria habían tenido, los hicieron decidirse a unir sus vidas por la eternidad. Entonces le pidieron a San Pedro que les llevara un ministro religioso para que los casara. “¿Un ministro religioso? -se alarmó el portero celestial-. ¡Caramba, si para hallar un político en el Cielo tardé un siglo, para encontrar un ministro religioso voy a tardarme dos!”... FIN.