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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El celebrado Filósofo de Güémez, cuyo carisma encarna ahora en la persona del talentoso Ramón Durón Ruiz, afirma que la causa principal de que haya tantos divorcios es que hay muchos matrimonios. A más de ese plausible motivo pueden hallarse otros. El común de la gente, por ejemplo, piensa que casi siempre los problemas de los casados empiezan en la cama: la señora no quiere tener sexo (o sí quiere, pero no con el marido); el señor es incapaz (le pide a la señora que se hinque y ¡paz!), o ambos no comparten los mismos gustos eróticos, etcétera. La verdad, sin embargo, es que los conflictos entre esposos generalmente no empiezan en el lecho conyugal. Más bien ahí terminan, pues en la cama se dan las más sabrosas reconciliaciones. Sé de un matrimonio que tuvo ocho reconciliaciones: tres mujercitas y cinco varoncitos. Los expertos en relaciones familiares saben bien que la mayor parte de las dificultades de pareja tienen su origen en cuestiones económicas. Más divorcios ha habido por causa de las tarjetas de crédito que por efecto de todos los pecados capitales juntos. El excesivo gasto que uno de los esposos hace, o los dos, confiados en el poder de su firma, conduce a tensiones entre ellos, y con mucha frecuencia a la disolución del vínculo matrimonial. Una tarjeta de crédito puede ser en la vida cotidiana un útil instrumento, pero sólo a condición de que se emplee bien. Sucede, empero, que las tarjetas bancarias se distribuyen ahora como volantes, de modo que los usuarios tienen a su disposición una docena de ellas, sin contar las que ofrecen las tiendas de departamentos para incitar a sus clientes a comprar. En muchas ocasiones tales tarjetas se usan inmoderadamente. De ahí resulta la falta de pago de los saldos, con todos los problemas que de ese incumplimiento derivan para el deudor y para la institución que las entregó (las tarjetas, digo). Se dan casos, entonces, como el que le sucedió a don Jesusito, el cobrador del Banco Mercantil de Saltillo. Fue a requerir de pago a un deudor moroso, y la esposa de éste, en ausencia del hombre, le dijo: "Don Jesús: la cosa se le ha puesto dura a mi marido. Póngase usted en mi lugar". Endeudarse con exceso equivale muchas veces a perder algo más que el sueño. Comprar de más es venderse. Doña Carmen Bonafoux, señora inolvidable, decía que antes de comprar alguna cosa se hacía siempre tres preguntas. La primera: ¿realmente la necesito? La segunda: ¿puedo pagarla sin problemas? Y la tercera: ¿tengo dónde ponerla? No seamos como Panoplia, que en un centro comercial le dijo a su amiga: "Vamos a tomarnos un cafecito, Pompilia, mientras se enfrían las tarjetas"... Doña Frigidia fue a la tienda de mascotas, pues su esposo iba a cumplir años y quería regalarle una. El dueño de la tienda le dijo: "Tengo esta rana del Oriente. Le cuesta 3 mil pesos". "¿Por qué tan cara?" -inquirió ella. "Es una rana cortesana -explica el hombre-. Sabe hacer el amor; posee todo tipo de habilidades eróticas, algunas de las cuales no puedo describir en este cuento, para no excitar la desbocada fantasía de quien lo está narrando. Seguramente, señora, su esposo le va a agradecer este regalo". Doña Frigidia pensó que la ranita podría hacerle más ligeros sus deberes conyugales, y la compró. Esa noche su marido le pidió sexo, como de costumbre. "Hoy tampoco puedo -le dijo ella, como de costumbre-. Me duele la cabeza. Pero esta ranita hará mis veces". Al día siguiente doña Frigidia despertó al oír en la cocina ruido de cacerolas y ollas. Bajó y vio a su esposo ante la estufa, y a la ranita sobre la mesa, muy atenta. "¿Qué haces?" -le preguntó al marido con asombro. Responde él: "Si logro enseñarle a la rana a cocinar te vas a ir de esta casa"... FIN.

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