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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando camorra

Naufragó un barco. Una mujer joven y guapa flotó sobre un madero y fue arrastrada por la corriente hasta una pequeña isla. Ahí fue rescatada por un hombre que vivía en el islote con un perro mastín y una cabrita. Le dice el individuo a la muchacha: “Llevo cinco años viviendo en completa soledad aquí, bebiendo agua de coco y alimentándome con plantas y con peces”. Le pregunta ella: “Y en cuanto a la cuestión de sexo ¿qué ha hecho usted?”. Responde el tipo: “Me apena confesarle que en ese aspecto mi soledad fue tanta que llegué a poner los ojos en esa cabrita. Sin embargo, cada vez que quería acercarme a ella el perro me gruñía amenazadoramente y me mostraba los colmillos”. Le dice la mujer: “Usted me salvó la vida. A cambio le aseguro que ya no tendrá ningún problema en lo que a sexo se refiere”. Replica el otro: “Eso precisamente pensé al verla. ¿Me haría el favor de llevarse al perro a pasear un par de horas?”... Un cierto amigo de Babalucas tuvo la ocurrencia de chupar Faros, petatearse, colgar los tenis, irse de minero, entregar la zalea al divino curtidor o pasar a mejor vida, que de todos esos eufemismos nos valemos para no decir que alguien se murió. Su esposa andaba de viaje y la familia del finado comisionó a Babalucas para que le enviara un mensaje a fin de disponerla para recibir la fatal noticia del deceso. La esposa leyó la comunicación de Babalucas. Decía así: “Tu esposo enfermo. El entierro es mañana”... Un empresario de circo entró en la cantina de un pequeño pueblo y vio a un grupo de parroquianos que, reunidos en torno de una mesa, estaban viendo algo. Se acercó y lo que vio lo dejó estupefacto: sobre una olla puesta al revés un pato bailaba a los acordes de cierta melodía de moda. “¿Quién es el dueño de este pato?” -preguntó. “A sus órdenes” -le contestó un sujeto. “Amigo -le dice el empresario-, jamás he visto un pato con ese talento coreográfico. No le voy a decir que es un Nijinski o un Nureyev, pero se ve que domina el difícil arte de Terpsícore. Se lo compro. Estoy seguro de que en mi circo será una sensación”. El dueño del pato pidió por él un precio estratosférico. Sin vacilar el empresario pagó la cantidad y se llevó al palmípedo. Pocos días después regresó en busca del vendedor. “Oiga -le dice con enojo-. El pato no quiere bailar. Lo pongo sobre la olla y lo único que hace es quedarse ahí quieto, sin moverse.” Pregunta el individuo: “¿Le puso usted la lumbre abajo de la olla?”... Hay quienes, con sombrío pesimismo, dicen que el nuevo IFE nació muerto. No hay tal: los muertos no cobran y a nosotros nos cuesta millonadas ese caro organismo electoral. Ell IFE que ahora tenemos nació, sí, como posesión o propiedad de los partidos que negociaron la designación de los actuales consejeros. Todo indica que éstos serán representantes de los partidos y no de los ciudadanos. Lo digo porque hemos ya empezado a ver cómo los tales consejeros actúan para evitar daño a esas organizaciones políticas, en vez de aplicar en modo cabal la legislación que los obliga. Con el pecado original de la sospecha y bajo el peso de la desconfianza de la ciudadanía empieza a funcionar ese organismo. ¿Podrán los consejeros disipar esa calígine de dudas?... Hago una breve pausa para anotar eso de “la calígine de dudas”, dramática expresión que puede servirme en futuras ocasiones y paso a narrar un último cuentecillo... Don Poseidón le dice al muchacho que le pedía la mano de su hija: “No veo en usted, joven, el carácter que se necesita para casarse con una mujer como Medusia. Mi hija es una mujer de muchos calzones”. “Me sorprende oír eso, señor -responde el galancete-. Yo solamente le conozco tres”... FIN.

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