Meñico Maldotado casó con Pirulina. La noche de las bodas el novio se presentó al natural ante su flamante mujercita. Ella lo ve, suspira y dice luego con tono de resignación: "Bueno; supongo que tendrás otras cualidades"... Un tipo llegó a su casa y encontró a su mujer y a su compadre haciendo el amor en la recámara. Con dolorido acento de reproche dice el marido coronado: "Compadre, yo tengo que hacer eso por obligación, pero ¿usted?"... Le comenta una muchacha a otra: "Me gustan los coches con techo corredizo. Tiene una dónde poner las piernas"... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, llegó con su esposa y su suegra a un restorán de Madrid. Eran los días en que la epidemia llamada de las vacas locas hacía estragos en Europa. Le pide Capronio al camarero: "Tráigame un trozo de res rico y jugoso". El mozo se preocupa: "Señor, ¿y lo de las vacas locas?". Responde Capronio: "Que ellas mismas ordenen su platillo"... Lejos de mí la temeraria idea de orientar al PRD. Ciertamente ese partido da muchas veces la impresión de andar desorientado, pero, en honor a la verdad, todos los demás partidos dan también esa impresión, de modo que no puede atribuirse al PRD el monopolio de la desorientación. Bastante trabajo tengo ya orientando a la República como para echarme encima una nueva misión orientadora. Diré, sí, que en la elección de su dirigente nacional los perredistas deberán escoger eso: un dirigente, y no un hombre de paja que será manejado a escondidas por un caudillo a cuyo interés se supeditará el del partido. Todo indica que si Alejandro Encinas es electo, el verdadero dirigente del PRD será López Obrador, y Encinas sólo su lugarteniente. Pero no soy yo quién para decirlo: soy sólo un mexicano que piensa que México está urgido de una izquierda liberal, democrática, moderna y racional, capaz de entender la política como debate y diálogo continuo, y no como continua intransigencia y obtusa cerrazón... Me gustó eso de la obtusa cerrazón, y voy a apuntar la frase para decirla en el próximo debate que sostenga: "Me preocupa la obtusa cerrazón de mi oponente". Si no sostengo ningún debate de cualquier modo tendré esa frase a la mano, por lo que se pueda ofrecer... A don Chinguetas, señor de la alta sociedad, le sucedió un acontecimiento que de seguro no tiene precedente en la historia universal. Se le ocurrió tomar el sol en el jardín, desnudo y en decúbito prono -es decir echado sobre el vientre-, y un ratón se le introdujo por cierta parte cuyo nombre no es para ser inscrito aquí. Doña Panoplia, su mujer, llamó por teléfono a un médico proctólogo, y muy apurada le contó aquel insólito suceso. Dijo el facultativo: "En todos los años que llevo de ejercicio no he oído nada igual. Lo único que se me ocurre aconsejarle, señora, es que acerque un poco de queso al lugar por donde el roedor se le introdujo a su marido. Quizá el olorcillo de ese cebo haga salir al ratón de aquel lugar. Recomiendo, eso sí, que el queso sea de los fuertes: Cabrales, Gouda, Gorgonzola, Limburger, Roquefort; a fin de que el aroma penetrante surta mayor efecto y se consiga el propósito deseado. Voy a su casa ahora mismo. Entretanto dígale a su marido que permanezca inmóvil y sin cambiar de posición, no sea que en algún movimiento el ratón se le vaya a los pulmones, a la región cordial o al cerebelo". Cuando llegó el doctor al sitio donde yacía don Chinguetas vio que doña Panoplia acercaba al traspuntín de su marido una lata de atún abierta. "Señora -le dijo-. Yo sugerí que le pusiera usted a su esposo en esa parte un pedacito de queso, no una lata de atún. Con el olor a pez el ratón de seguro no saldrá". "Ya lo sé -replica doña Panoplia-. Pero primero tengo que sacar al gato"... FIN.