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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En medio de los jadeos acezantes, ingentes contorsiones, extáticos deliquios y urentes suspiros anhelantes que caracterizan al acto supremo del amor la guapa señora acierta a decirle al joven médico: "-Ha de perdonar mi desconcierto inicial, doctor, pero yo siempre había creído que la fecundación artificial se hacía artificialmente"... En la fiesta una linda muchacha le informa a Babalucas con voz llena de lúbricas incitaciones: "-Quizá te gustaría saber que soy nudista". "-¿Ah, sí? -se interesa Babalucas-. ¿Y cuántos nudos sabes hacer?"... Lo que México necesita es que en él haya consecuencias. Estamos en el atraso porque aquí no hay consecuencias. Vivimos en la inseguridad porque no tenemos consecuencias. Nuestra calidad de vida es baja porque nos faltan consecuencias. Deberíamos traer consecuencias de algún lado, porque estamos perdidos sin las consecuencias. Son más necesarias que el alimento, y más preciosas que el oro o que la plata. La civilización y la cultura están fincadas en las consecuencias. El orden y el progreso no podrían existir sin las consecuencias. Necesitamos entonces consecuencias. Voy a explicarme, por consecuencia. Aquí un tipo -o una tipa- se puede encuerar en la esquina de Madero y Eje Vial Lázaro Cárdenas, centro y corazón de la Ciudad de México, y echar a caminar entre la gente vociferando y echando tamborazos, y eso no le acarrea consecuencia alguna. Aquí un sujeto puede entrar a caballo en la Cámara de Diputados, y no hay ninguna consecuencia. Aquí una multitud de 10 personas puede interrumpir el tránsito en cualquier calle de cualquier ciudad para protestar porque sí o porque no, y eso no provoca consecuencia alguna a ninguno de los diez. En este país un individuo puede apoderarse durante varias semanas del más concurrido paseo de la Capital, sin que derive consecuencia alguna de su acción. Se puede robar, injuriar, defraudar, violar y hasta matar sin consecuencias. En los países civilizados, en cambio, te pasas en ámbar una luz del semáforo, y aun esa mínima acción trae consigo una consecuencia. En el primer mundo apartarse de la ley en cualquier forma provoca una consecuencia. El atentar contra el derecho de los demás acarrea una consecuencia. Pero en México no tenemos consecuencias. De la falta de consecuencias deriva la impunidad, y de la impunidad deriva la inseguridad. Así, todos andamos con una mano atrás y otra adelante, en este caso no como signo de pobreza, sino por la necesidad de protegerse contra ataques que lo mismo pueden venir del frente que -¡Dios nos libre!- de la retaguardia. Es valioso que en las escuelas se impartan asignaturas relacionadas con el civismo y la ética, pero esa plausible acción de nada servirá si el hecho de apartarse de la ley no trae consigo alguna consecuencia. Hagamos que las malas conductas provoquen consecuencias que caigan sobre quienes en ellas incurrieron, y empezaremos a notar cómo esas acciones malas empiezan poco a poco a hacerse buenas. Hoy por hoy, desgraciadamente, en México no hay consecuencias. Propongo, entonces, que se establezca de inmediato un programa para importar, de donde sea, consecuencias... La criadita estaba platicando en la puerta con una amiga. En eso sale la señora de la casa. Iba muy pintada, muy perfumada, con medias de malla, falda abierta al lado y bolsa de lentejuela. "-Mary Thorn -dice la señora a la criadita-, si viene alguien a buscarme le dices que fui de compras". Cuando se marcha dice la criadita a su amiga: "-Puras mentiras. Va de ventas"... FIN.

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