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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN

Iba Nuestro Señor camino del Calvario cargando su pesada cruz. En la vía dolorosa encontró a un individuo. Le dice Jesús con voz doliente: “Hermano: mi cruz es muy pesada. Por caridad ¿me ayudas a llevarla?”. Contesta el tipo: “Yo también cargo una cruz, Señor. Y creo que es más pesada aún que la que llevas Tú. Si quieres cambiamos: carga Tú mi cruz; yo llevaré la tuya”. Le pregunta Jesús al individuo: “¿Qué cruz es la que llevas tú?”. Responde con dolorido acento el individuo: “Es mi esposa, Señor. Siempre anda de mal humor; es gruñona y me da vida de perro. Ya no la aguanto”. Jesús quedó pensativo. Le dice luego al hombre: “Perdona, hijo, pero no cambio mi cruz por la tuya. A mí ya me faltan dos cuadras nada más”... La señora se inquietó y entró en sospechas al ver que su marido, que dormía profundamente, mostraba en el rostro una gran sonrisa de felicidad. Lo mueve para despertarlo, recelosa, y le pregunta frunciendo el ceño con severidad: “¿Por qué estás tan sonriente, Martiriano?”. “¡Caramba, Jodoncia! -dice él-. ¿Por qué me despertaste? ¡Estaba soñando que yo había inventado el sexo, y todo el mundo me pagaba regalías!”... Libidiano Pitongo, atrevido sujeto, se había pasado más de una hora con la mejilla pegada al ubérrimo, pródigo, munífico, espléndido, fantástico, mirífico, abundantísimo y opimo busto de la bien dotada chica, que lucía al pecho un collar de perlas. “Te lo repito de nuevo, Libidiano -le dice la muchacha al tipo-. Estoy segura de que el sonido del mar se escucha en los caracoles, no en las perlas”... La verdad es que en la UNAM podría estar infiltrada una célula política formada por marcianos verdes, con antenas y patas de palmípedo, y nadie se daría cuenta de ello. Tendrían los seres extraterrestres su propio cubículo, y en él realizarían actividades cotidianas con las cuales nadie interferiría por aquello del respeto a la pluralidad de ideas. Es tan grande la Universidad que resulta imposible conocer todo lo que en sus límites sucede. Muchos problemas nacen de la generosidad de esa Alma Mater, que permite la estancia en el hogar a una variopinta cáfila de tipas y tipos parasitarios, aun cuando hayan reprobado todas las materias una y otra vez a lo largo de los años, y aun cuando no tengan ya la calidad de estudiantes. Ahí lo políticamente correcto, y lo que conviene para guardar la estabilidad, precaria siempre, de la Institución, es cerrar ojos y oídos, y no molestar a nadie nunca, aunque la Casa de Estudios siga sirviendo de asilo y de refugio a esa fauna. Nadie podrá negar la aportación valiosa de la UNAM a este país, pero nadie dejará tampoco de reconocer que en ella actúan radicales que sin ser estudiantes ni maestros son amenaza tanto para la misma Universidad como para el proceso democratizador de México... La esposa del maduro ejecutivo entró sin anunciarse en la oficina de su marido, y lo sorprendió con su guapa secretaria en las rodillas. La doña le pregunta furiosa a la muchacha: “¿Qué hace usted sentada en las piernas de mi esposo?”. “¿Que qué hago? -responde ella-. Señora: usted sabe mejor que nadie que con su esposo ya no se puede hacer nada!”... El oficinista le dice a uno de sus compañeros: “Me voy a casar la próxima semana. ¿Podrías ayudarme?”. “Desde luego -replica el individuo-. Dile a tu mujer que cuente conmigo los martes y viernes por la noche”... El señor y la señora llegaron a un hotel y procedieron a registrarse. Le pregunta el recepcionista al hombre: “¿Desea usted la suite de lujo, caballero?”. “Nada de suite de lujo -replica el individuo-. La señora es mi esposa”... FIN.

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