Uterina, Astatrasio y Pitorrón pertenecían a un exclusivo club nudista. Ella era ninfómana; Astatrasio sufría de alcoholismo, y Pitorrón era un sujeto lascivo que no sofrenaba su erotomanía. El presidente del club los llamó y les dijo que había quejas contra ellos. Uterina hacía proposiciones indecorosas a los socios; el ebrio escandalizaba, y el lujurioso Pitorrón perseguía a las mujeres del club para saciar en ellas su libídine. "Si no controlan sus impulsos -les advirtió con acrimonia-, nos veremos en la necesidad de echarlos fuera". Astatrasio sintió tal pesadumbre por esa reprimenda que se emborrachó, y fue expulsado en forma vergonzosa. Pitorrón y Uterina se juntaron para fortalecerse mutuamente. Iban caminando por el jardín del club cuando vieron tirada una cartera. De inmediato Uterina hizo el impulso de ir hacia ella. "¡Espera! -la detiene Pitorrón, el erotómano-. ¡Si te agachas a recogerla, los dos estamos perdidos!"... A semejanza de su antecesor, Felipe Calderón va agotando rápidamente el capital político -escasísimo, en su caso- con que llegó a la Presidencia. El affaire Mouriño lo afectó en modo que podría ser ya irreparable, y aun hay quienes piensan que luego de ese asunto el gobierno calderonista ha empezado a ir cuesta abajo y de rodada. En efecto, hay quienes por no dar muestras de debilidad se debilitan. La política no es cuestión de redaños, sino de cerebro. Se gobierna con neurona; no con testosterona. Calderón parece haber asumido la actitud prepotente, salinista, de "ni los veo ni los oigo". Todo hay que oír, y hay que ver todo cuando se tiene una responsabilidad como la suya. Y mientras Calderón desaparece sus adversarios -su adversario- cobran fuerzas, ganan espacios y tienen una presencia que el Presidente ha dejado de tener, o que maneja sólo a través de inanes mensajes en la televisión. Él es, no cabe duda, el Presidente legítimo de los mexicanos. Pero debe ser también un presidente real; no perder la capacidad de iniciativa, de diálogo y negociación a fin de poder llevar a cabo las reformas que urgentemente necesita México para no quedarse atrás. En este caso la parálisis significa retroceso. Y Calderón no sólo está retrocediendo: está -lo que es peor- yendo hacia atrás... Suspendo en este punto el comentario, pues se me han revuelto los cuatro humores cardinales del cuerpo: sangre, pituita, bilis y atrabilis. Trataré de volver a mi natural estado de sindéresis con el relato de un último cuento que ponga el bálsamo de la sonrisa en las lacerias de nuestra vida pública... Tres individuos, un italiano, un francés y un mexicano, hablaban en el bar acerca de sus proezas amatorias. Relata el italiano: "La otra noche le hice el amor a mi mujer. Antes de empezar le unté el cuerpo con aceite finísimo de oliva, y aquello la volvió loca de placer. Estuvo gritando durante 15 minutos". Narra el francés. "También yo le hice el amor a mi mujer. Le unté el cuerpo con crema Chantilly. Aquello la excitó de tal manera que estuvo gritando durante media hora". Y dice el mexicano: "Yo también la otra noche le hice el amor a mi mujer. Le unté el cuerpo con manteca de marrano, y estuvo gritando durante 12 horas". Los otros se asombraron. Le preguntan: "¿Qué hiciste para que tu esposa gritara durante 12 horas?". Responde el mexicano: "Después de untarle la manteca me limpié las manos en la colcha de la cama"... FIN.