Recordemos el caso de aquel señor que llegó a la consulta del sicólogo. Le preguntó a la recepcionista: "¿Está el p-sicólogo?". Y al hacerlo enfatizó la pe. "Todavía no llega" -le indica la muchacha. Y luego, con un dejo de pedantería, lo corrige: "Y la pe no se pronuncia". "Está bien -responde el individuo-. Cuando llegue dígale que vino -edro -érez, el que no se la -ara la -icha"... Hay un eufemismo para designar el problema que padecía ese señor. El tal eufemismo es "disfunción eréctil". No es lo mismo decir: "Anoche estuve con una chica, y no se me...". Que decir: "Anoche estuve con una chica, y sufrí un episodio de disfunción eréctil". Los eufemismos, en efecto, constituyen una parte muy útil -y muy linda- del lenguaje. Son medias palabras muy corteses para no pronunciar verdades muy sonoras. En el norte de mi natal Coahuila nunca se dice llanamente que una mujer está preñada. Se declara con suavidad: "Está enferma de gustos pasados". En las zonas rurales de Tabasco no se usa la palabra "diarrea"; en su lugar se utiliza "pringapiés". Tampoco se emplea la voz "caca": con elegancia versallesca se dice "panfué". Los mexicanos tenemos mil maneras de no decir que alguien se murió, desde "pasó a mejor vida" hasta "colgó los tenis", "chupó Faros" o "se petateó". Dice el conferencista: "Al mariscal Fessier le dieron un balazo en los Dardanelos". Y la señorita Himenia Camafría le murmura al oído a su amiguita Celiberia Sinvarón: "No sabía que también se llamaban así". Una cosa, sin embargo, es el eufemismo y otra muy diferente es el encubrimiento o disimulo. La Comisión Técnica Electoral del PRD, que poco tuvo de técnica y nada a fin de cuentas de electoral, emitió un comunicado según el cual no fue posible llevar a cabo el cómputo de votos para elegir al dirigente nacional de ese partido. El motivo de ese fracaso fue "la fuerte tensión política existente". ¡Por favor! En vez de decir con eufemismo "tensión política", debieron decir con verdad monda y lironda "desmadre de politiquería". Expresión eufemística sería la que empleó cierto gobernador de la época priista cuando informó al Presidente de la República que en su entidad había habido elecciones, y que el PRI las había ganado de todas todas; carro completo. Preguntó el mandatario: "Y las elecciones, señor Gobernador, ¿fueron legales?". Hizo una pausa el informante y respondió: "Legalonas, señor Presidente; legalonas". Esta elección del PRD no fue ni siquiera legalona: fue un cochinero al que nada puede dar viso alguno de legalidad. La parte sana del perredismo -que la hay- debe considerar la urgente necesidad de defender a su partido frente a aquellos que no vacilan en desprestigiarlo con tal de sacar adelante sus propósitos facciosos, ya sea por la violencia o por el fraude... Nocturno diálogo de alcoba. Él, suplicante: "Por favor, mi vida. ¿Qué te cuesta?". Ella, irritada: "Es la una de la mañana; estoy cansada. ¿Cómo me pides eso a esta hora?". Él: "Es que estoy caliente, y no puedo dormir. Si me quisieras un poco no tendría que rogarte que lo hicieras". Ella: "Y si tú me quisieras tendrías más consideración conmigo. Pero, bueno: por esta vez lo haré. Con la luz apagada, ¿eh?, porque si la enciendes se me va a ir el sueño a mí". Él, expresivo: "¡Como tú quieras, amor mío! ¡Y gracias, mi vida! ¡Muchas gracias". Ella, buscando: "No la puedo hallar". Él, impaciente: "¿Cómo que no la puedes hallar? Busca con la mano". Ella: "Espera... Ya la encontré... Voy a ponerla como quieres... ¿Así está bien, o abro más?". Él: "Así está perfecto... (Después de un rato): ¡Ah, qué alivio!". Ella: "¿Estás satisfecho ya? Muy bien. Ahora duérmete y déjame en paz. Y la próxima vez que quieras que la ventana de la recámara esté abierta, levántate y ábrela tú mismo"... FIN.