Una campesina alquiló un toro semental para que cubriera a una vaca que tenía. Llegó el famoso toro, pero no dio muestra alguna de interesarse en la vaquita. La mujer llamó a una médica veterinaria y le contó el problema. Le dijo: "El toro no le hace nada a la vaca; se la pasa todo el tiempo comiendo, durmiendo y bufando". Pregunta la profesionista: "Ese toro ¿vino de Cuitlazintli?". "De ahí lo trajeron, en efecto -responde asombrada la granjera-. ¿Cómo lo supo?". Explica la doctora: "De ahí es mi marido"... La señorita Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, coincidió en una fiesta con Capronio, sujeto desalmado. No lo conocía, de modo que le preguntó, coqueta: "¿Qué edad me calcula usted, señor?". "Bueno -contesta el tal Capronio-. Viendo su rostro le pondría 25 años. Viendo su cuerpo le pondría 19. Considerando su cutis le pondría 22. A juzgar por la viveza de sus ojos le pondría 18...". Halagada, Solicia lo interrumpe: "¡Adulador!" -le dice con un mohín de vanidad. "Momento -replica el ruin Capronio-. Todavía me falta sumar"... Un signo evidente del subdesarrollo que sufrimos son las manifestaciones callejeras que sufrimos. En ellas un grupo de ciudadanos atenta impunemente contra el derecho de todos los ciudadanos. Se ven cosas curiosas: hay quienes hacen manifestaciones contra una inexistente privatización del petróleo, y ni siquiera se dan cuenta de que al actuar así incurren en una privatización, pues hacen suyas las calles -aunque sea por unas horas- y privan de su uso a los demás. "Son cosa de la democracia", dicen algunos para justificar esas apropiaciones de la vía que por causa de los manifestantes deja de ser pública y se vuelve cosa privada, propiedad de unos cuantos, y a veces hasta de uno solo. (El señor López Obrador, por ejemplo, puede jactarse de que durante unas semanas fue dueño absoluto del Paseo de la Reforma, cosa de la cual no pudo ufanarse ni el mismísimo Maximiliano). No, no hay democracia ahí donde unos pueden conculcar el derecho de otros pasando por encima de las normas básicas de la convivencia. Los perpetradores de esas ocupaciones de la calle las llaman "manifestaciones pacíficas". Lejos están de serlo. Son en verdad actos de violencia, pues por la fuerza unos ciudadanos imponen su voluntad sobre otros. Eso podría justificarse en un país en el cual estuviesen cerrados todos los caminos de la participación política. En México, sin embargo, esos caminos están abiertos. No usarlos, dar la espalda a lo que se ha ganado legítimamente para actuar con ilegitimidad, es rechazar las ofertas del porvenir y regresar a un pasado donde la fuerza ocupa el lugar de la razón... Permítanme un minutito, por favor. Voy a apuntar eso de "Las ofertas del porvenir" para usarlo como nombre de una tienda, si alguna vez pongo una. Procedo ahora a narrar un chascarrillo final cuya lectura es desaconsejable para las personas con pruritos de moralidad... Un señor que fumaba mucho se sintió mal y fue a consultar a un médico. Después de examinarlo le dice el facultativo: "Lo siento, amigo. Presenta usted un cuadro grave de enfisema pulmonar. Le quedan tres meses de vida". El hombre llamó por el celular a su hijo mayor y lo citó en un bar. Ahí le dio la mala nueva. "Tengo enfisema pulmonar -le dijo-. Moriré en tres meses". El muchacho, consternado, le sugirió que llamara también a sus amigos y se despidiera de ellos Llegaron seis de los camaradas del señor. "Amigos míos -les dice él-. Debo darles una mala noticia: tengo sida, y moriré en tres meses". El muchacho se inclina sobre su padre y le dice al oído: "¿Sida? Papá: creí oír que morirás de enfisema pulmonar". "Así es -contesta el señor también en voz baja-. Pero no quiero que después de mi muerte alguno de estos caones vaya a querer tirarse a tu mamá"... FIN.