Un tipo se topó en la calle con una muchacha del talón. Le propuso ella: “Por 300 pesos puedo hacerte lo que quieras. Pero deberás describirlo en tres palabras. Pídeme lo más raro, lo más extravagante que se te ocurra. Deja volar tu imaginación. Te lo haré por 300 pesos. Pero tienes que pedírmelo en sólo tres palabras”. Responde sin vacilar el individuo: “Píntame la casa”... Algunos ilustres colegas míos, editorialistas, me dicen que para ellos escribir es como dar a luz: cada artículo les causa fatigas y trabajos semejantes a los que sufre una mujer que pare. Si yo sintiera eso ya estaría todo desguanguilado, con perdón sea dicho, pues escribo cuatro artículos diarios, los 365 días del año, con una sola excepción: cuando es año bisiesto, como éste, pues entonces escribo los 366 días del año. Desde luego puedo hacer tal cosa porque escribo sin pretensiones de inmortalidad, como quien sabe bien que lo escribe hoy se olvidará mañana, y que sus palabras el viento se las llevará. Bendito viento. Gracias a ese desgaire y ese desparpajo el acto de escribir es un gozo para mí. Aunque estoy por cumplir ya medio siglo de andar en los periódicos, ver publicados mis escritos me produce todavía un deleite casi orgásmico. (Casi). Esa alegría de escribir, que en mi caso es alegría de vivir, se hace mayor cuando algún texto mío que no vale la pena es causa de otro que sí vale la pena. Tomen mis cuatro lectores como ejemplo esta carta que recibí, firmada por don Francisco González Compeán, director de Mercadotecnia y Relaciones Públicas de Aeroméxico. Dice a la letra esa misiva: “En nombre del doctor Andrés Conesa Labastida, Director General de Aeroméxico, y de quienes colaboramos en esta empresa, sirva la presente para expresar nuestro agradecimiento por la nota publicada el día de hoy, 2 de abril de 2008, en el periódico Reforma. Es un orgullo que pasajeros distinguidos como usted nos informen acerca de su experiencia de viaje en los vuelos de Aeroméxico. Recibir felicitaciones y comentarios positivos nos provoca mucha satisfacción y nos estimula para seguir esforzándonos en mantener la calidad de servicio que por muchos años ha distinguido a esta empresa. Haremos extensiva la felicitación a todo el personal de Aeroméxico. Por lo que se refiere a su comentario acerca de los efectos nocivos del tabaco, coincidimos totalmente con usted. Estamos en coordinación con Impresiones Aéreas, editorial que elabora las revistas de Aeroméxico, y hemos decidido eliminar por completo ese tipo de anuncios en nuestras publicaciones conjuntas en un futuro inmediato. Le reiteramos nuestro agradecimiento, y esperamos que siga confiando en Aeroméxico”. Me explicaré. Había mostrado yo extrañeza por el hecho de que Aeroméxico, que tanto se preocupa por el bienestar y seguridad de sus pasajeros, admitiera en sus revistas publicidad de cigarrillos, cuyo uso atenta contra la seguridad y el bienestar de todos: de quienes fuman y de quienes los rodean. La amable carta del señor González me hace pensar que no a todas las palabras que escribo se las lleva el viento... Espero que sí se lleve las que vienen a continuación, pues son desfachatadas. Todas las noches una mujer de mala vida llegaba a un bar de mala muerte y pedía un bourbon. Luego se tomaba otro, y otro, y otro, hasta que perdía el sentido. Entonces todos los clientes del tugurio se aprovechaban de ella. Y así noche tras noche. Una vez, como de costumbre, llegó al bar. Le dice el cantinero: “¿Un bourbon?”. “No -rechaza la mujer-. Ahora dame una cerveza. He descubierto que si bebo bourbon, al día siguiente me duele mucho aquello que te platiqué”... FIN.
