Capronio, majadero individuo, le lanzó un piropo de mal gusto a la guapa señora que mostraba señales evidentes de hallarse enferma de gustos pasados, es decir embarazada. "Señora -le dijo con salacidad-. Cuando se desocupe el cuarto me gustaría hacer que se ocupara nuevamente". "Cómo no -responde de muy buen grado la señora-. Agárrele la llave a mi marido"... Nalgarina Grandchichier, vedette de moda, le comentó a una compañera: "Mis piernas son mis mejores amigas". "¿De veras? -replica con intención la otra-. ¿Entonces por qué permites que te las separen con tanta frecuencia?"... Dos policías entran en el departamento de Himenia Camafría, madura señorita soltera. "Esperamos haber llegado a tiempo -le dicen-. Un peligroso violador escapó de la cárcel, y los vecinos nos informan que entró aquí". "Vengan mañana, por favor -pide la señorita-. Ahorita se está dando un regaderazo, y luego va a cenar"... La muchacha que llevaba en brazos un bebé pregunta en la librería: "Perdone, ¿tienen tarjetas para el Día del Padre marcadas ‘A quien corresponda’?"... Le cuenta una señora a otra: "Me preocupa el acoso sexual de mi marido". "Eres afortunada -suspira la otra-. A mí me preocupa el ocaso sexual del mío"... Nos quejamos de los malos tratos que reciben "al otro lado", en Estados Unidos, nuestros paisanos que van allá a buscar trabajo. Y sin embargo esos malos tratos no son nada comparados con los que en México padecen los migrantes centroamericanos que deben atravesar nuestro territorio para llegar al del país del norte. Robos, violaciones, asesinatos; acoso inhumano; todo eso deben sufrir los infelices hombres y mujeres que salieron de su tierra en busca de una vida mejor para ellos y para sus familias. No tendremos autoridad moral para protestar contra las injusticias de que son objeto los mexicanos en la nación vecina si no ponemos fin a los abusos incalificables que afrontan aquí esos pobres, venidos de países hermanos, y que encuentran en México un infierno... Eran dos socios de una fábrica de productos químicos. Le dice uno al otro: "Supe que vas a salir esta noche con mi secretaria. Te vas a aburrir: es muy sosa". Al día siguiente llega el otro luciendo una sonrisa de oreja a oreja. "Te equivocaste -le dice a su socio-. Me dijiste que es sosa, pero conmigo actuó como una verdadera potasa"... Frente a la cantina un ebrio detuvo a un sacerdote que pasaba. "Padreshito -le dice con tartajosa voz-. Yo soy Diosh". "No, hijo mío -contesta el sacerdote-. No eres Dios". "Se lo voy a demoshtrar -dice el beodo. Y tomando por el brazo al señor cura entra con él en la cantina. El tabernero ve al borracho y exclama alzando los ojos al cielo: "¡Dios mío; ya estás aquí otra vez!"... Trepado en la barda del corral el perico observaba todos los días las evoluciones amatorias del gallo con las gallinitas. Cada vez que el gallo se subía sobre una gallina el periquito lo animaba con grandes voces: "¡Duro, gallito, duro!". Cierto día una ráfaga de aire hizo caer al loro en medio del corral. Y cuando el gallo se dirigió a él, amenazante, comenzó a decir el periquito con tierna y dulce voz: "¡Suave, gallito, suave!"... El maestro hizo que Juanilito pasara al pizarrón. Le dice: "Las aves son animales ovíparos, o sea que se reproducen por medio de huevos. A ver: dibuja un huevo". Juanilito tomó el gis con una mano, y la otra se la metió en la bolsa del pantalón. Desde su asiento grita Pepito: "¡Está copiando, profe!"... FIN.