¡Mañana! ¡Sí, mañana saldrá por fin en esta columneja el espantable chiste conocido con el escueto título de "El crucigrama". Tan lacónico nombre encubre uno de los más sicalípticos relatos que aquí han aparecido. Las personas con amagos de moralina no sólo no deben leer ese relato: el día de su publicación deben salir de la ciudad, y aun del País. Ahora bien: si es de tan subido tono la mencionada historia ¿por qué la cuento aquí? Porque pienso que ciertas cuestiones relacionadas con el uso de la sexualidad, cuestiones por lo demás normales y de uso general, deben también ser tratadas con humor en forma pública, de modo que pierdan ese aire de tabú que tanto daño ha hecho, y que quita alegría y naturalidad a los temas que tienen que ver con el sexo. Recordemos el tiempo -no muy lejano tiempo- en que la palabra "condón" era malsonante, y no se podía escribir o pronunciar so riesgo de que aquel que la usara fuera tildado de vulgar. Ahora esa palabra es de uso común, lo mismo que el objeto al que designa. En casos como ése lo peligroso es acallar las cosas: de ese silencio pernicioso derivan riesgos de todo orden. Así, el humor viene a ser un elemento liberador; contribuye a dar naturalidad a lo que en verdad es natural, y ayuda a que el ejercicio de la sexualidad, despojado por el propio humor de morbosos elementos, coadyuve a la amorosa intimidad, y la vuelva segura y responsable. Tal es el propósito que persigue este modesto escribidor al poner aquí sus cuentecillos: sacar a la luz y al aire temas que antes se mantenían en la oscuridad, y soterrados, y favorecer esa gozosa plenitud que se consigue cuando el sexo se mira como divino don, don natural, y no como materia deleznable, y cuando se ejercita en la libertad, en modo que a nadie dañe, y -primero que todo, y sobre todo- con amor y sentido de responsabilidad, pensando en el bien de la propia persona, de la pareja y de los demás. Tan larga peroración explica en parte el uso en esta columnejilla de esos cuentos que algunos consideran atrevidos: tienden a darle amenidad, sí, pero sobre todo quieren contribuir, siquiera sea en forma desmañada y mínima, a liberarnos de prohibiciones que, con inocua apariencia de gazmoñería, han sido en verdad una forma de opresión que ha traído consigo muchos males. Lean mañana, pues, mis cuatro lectores "El crucigrama", y vean en esa narración un ejemplo de humor que con alegría y naturalidad saca a la luz cosas que antes no se podían mencionar, y que pertenecen a la gozosa intimidad y a la amorosa plenitud de la pareja humana... A propósito de amorosa plenitud, el próximo domingo, a la una de la tarde, presentaré en la Feria del Libro de León esa obra mía en la que estoy, como en ninguna otra, de cuerpo y alma presentes: "De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos", publicada por Diana, Grupo Planeta, mi muy amada casa editorial. Ahí te espero, lector querido, lectora queridísima de León, para hacernos el mutuo regalo de la sonrisa y el abrazo... Tarzan y Jane se encuentran por primera vez. Ella le pregunta al Rey de la Selva: "Perdona la curiosidad: ¿qué hace en materia de sexo un hombre solitario como tú". Sin responder palabra Tarzan le señala un árbol en cuyo tronco había una concavidad u hoyo. Le dice Jane, sonriendo: "Creo que yo puedo ofrecerte algo mejor". Y así diciendo se muestra al natural ante el selvático varón. Tarzan la toma por las caderas y la sacude vigorosamente. "¿Qué haces?" -le pregunta ella, sorprendida. Contesta el Rey de la Selva: "Estoy checando que no tenga abejas"... (No le entendí)... FIN.