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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Me gustaría que me regalaras tu virginidad". Así le dijo Simpliciano, joven sin ciencia de la vida, a Pirulina, muchacha que acerca de la vida sabía más que todos los biólogos del mundo. Ella tuvo que contenerse para no soltar la risa. Le dijo a su inepto galán: "Demasiado tarde, Simpli. Eso que tú me pides lo perdí hace tanto tiempo que ya no recuerdo con quién, cuándo, cómo y dónde". "Entonces -arriesga tímidamente Simpliciano-, si ya no puedes regalarme tu virginidad, me gustaría que por lo menos me regalaras el estuchito en que venía". (Era tonto, pero no tanto)... Las palabras nacidas de la razón, el buen sentido y la intención honesta caen casi siempre en el vacío. Me temo que ese destino sufrirá la carta que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas envió a algunas figuras prominentes del PRD, carta en la cual propone que Jesús Ortega y Alejandro Encinas renuncien a su pretensión de dirigir ese partido, a fin de evitarle a la organización mayores daños y desprestigio aún más grande. Pese a los apoyos recibidos es difícil que prospere la idea del fundador tal como él la planteó. Hay demasiados intereses en juego: el dinero que maneja el PRD es cuantiosísimo; para muchos las tentaciones del poder son irresistibles, y nadie estará dispuesto a perder un botín que ya cree suyo. Además Encinas no mueve un solo dedo sin autorización expresa de su señor y dueño, López Obrador. Quizá si se repartieran por igual entre los dos rivales las tajadas del pastel sería posible ponerlos en acuerdo, pero seguramente al día siguiente volverían a disputar. Y es que el problema del PRD no es de personas: es un problema de fondo que tiene su origen en la pérdida total de los principios; en la absoluta falta de ética de quienes se han apoderado de ese partido, al que usan sólo como instrumento para su beneficio y el de su respectiva tribu y su clientela. Ante la podredumbre reinante en el PRD se antoja muy difícil que pueda servir ya al interés de la Nación. Una vez más la llamada izquierda vuelve a mostrar su ineptitud para actuar en manera organizada y sacar adelante sus propósitos sociales y políticos a través de los cauces que le ofrecen las nuevas condiciones del País. Los mexicanos de verdadera izquierda -el ingeniero Cárdenas entre ellos- deberían preguntarse si será necesario dejar que el PRD se hunda en sus propios yerros, para fundar luego una nueva organización política fincada en una izquierda democrática, moderna, exenta de dogmatismos, alejada de toda forma de violencia, y que responda a las aspiraciones de un México necesitado de justicia. ¿Será eso posible, o estaremos irremisiblemente condenados a vivir en la derecha -y aun en la ultraderecha- por culpa de la izquierda?... Una señora le dijo a su vecina: "Ya no le tengo confianza a mi marido". "¿Por qué?" -pregunta la otra. Contesta la señora: "Sospecho que no es el padre de mi hijo"... Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, llamó con grandes golpes a la puerta de la casa parroquial a eso de las 2 de la mañana. Asustado le abrió el padre Arsilio. "¿Qué sucede, hijo? -le preguntó casi dormido aún, y con alarma. "Padrecito -farfulla el temulento-. Quiero que por favor me explique la doctrina de la predestinación". "Hijo -responde pacientemente el buen sacerdote-. ¿Por qué no vienes a tratar ese tema cuando te encuentres sobrio?". Responde el ebrio con tartajosa voz: "Porque cuando estoy sobrio la doctrina de la predestinación me importa madre"... FIN.

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