"El señor tiene razón. Pero no mucha. Y la poca que tiene vale madre". Creo que en esa frase puede resumirse el debate sobre el tema del petróleo. Si la discusión fuese hecha de buena fe, con ánimo sincero de encontrar caminos para que ese recurso natural favorezca a los mexicanos sin arriesgar el bien de México, cabría esperar resultados plausibles de la argumentación. Pero sucede que los participantes tienen cada uno su punto de vista ya determinado, y en general no se están aportando juicios, sino prejuicios, y no más. Nadie estará dispuesto a reconocer que la otra parte tiene la razón, y a renunciar a su postura. Hay de por medio muchos intereses, tanto de índole económica como política, y ni el dinero ni el poder ayudan mucho a resolver cuestiones que tienen que ver fundamentalmente con materias de orden técnico y jurídico. A fin de cuentas todo esto será, como dijo Shakespeare -colega a quien admiro tanto-, palabras, palabras, palabras. Serán los factores reales de poder los que decidirán. Y esa decisión será impugnada y combatida por otros factores reales de poder. Mientras tanto el País seguirá detenido, sin posibilidades de integrarse al concierto de las naciones civilizadas. Mejor cambiemos de conversación... Una guapa chica acudió al médico, y éste la auscultó con detenimiento quizá mayor que el requerido por la ciencia. Al salir del examen, la asistente del facultativo le entregó a la muchacha la cuenta de honorarios del doctor. La mira ella y exclama: "¡Uta! ¡Qué caro sale el cachondeo cuando se llama auscultación!"... Don Cornulio interrogaba severamente a su mujer. Le dice: "Todo el vecindario anda diciendo que me engañas. ¿Es cierto eso?". La señora calló. Después de larga pausa acota don Cornulio: "Parece que la pregunta te ha puesto en apuros". Responde ella: "La pregunta no. La respuesta"... Un granjero le dice a otro: "Oí que estás teniendo problemas con el agua del pozo que surte tu casa". "Sí -confirma el otro-. Advertimos en ella un sabor raro. La hicimos examinar, y resultó que tiene microbios nocivos para la salud". "Qué malo -comenta el primero-. Y ¿cómo le están haciendo ahora?". Responde el granjero: "Usamos medidas precautorias. Primero filtramos el agua. Luego la hervimos. Después la filtramos de nuevo, y la hervimos por segunda vez. En seguida la decantamos. A continuación le añadimos cloro y otras sustancias purificadoras. Finalmente la filtramos y hervimos por tercera vez. Y luego tomamos cerveza"... Lord Feebledick les mostraba a sus amigos sus trofeos de caza, disecados. "Este león -cuenta- lo cacé en las montañas del Atlas... Este tigre lo cacé en Bengala... Este oso lo cacé en la Selva Negra de Alemania...". Llega a otro trofeo disecado, el cuerpo de un hombre desnudo, y dice: "Y a éste lo cacé en el clóset de la recámara de mi mujer"... El cuento que ahora sigue es surrealista... Un individuo bebía copa tras copa en la cantina. Con él tenía una caja que no soltaba para nada. Le pregunta el cantinero: "Perdone la curiosidad, señor: ¿qué lleva usted en esa caja?". Contesta el hombre: "Un gato". "¿Un gato? -se asombra el de la taberna-. ¿Para qué?". Responde el otro: "Cuando bebo demasiado empiezo a ver ratones. Traigo al gato para que los ahuyente". "Pero, señor -le indica el tabernero-. Esos ratones son imaginarios". El tipo abre la caja. Estaba vacía. Y dice el individuo: "El gato también"... Una muchacha regresó a su casa al terminar su primer semestre en una universidad del extranjero. Le hizo una confesión a su mamá: "Perdí mi virginidad". "Bueno -responde la madre, comprensiva-. Eso tenía que suceder tarde o temprano. Espero que haya sido una experiencia romántica y placentera". Contesta la muchacha: "Con los primeros seis muchachos, sí. Pero después del séptimo empecé a aburrirme"... FIN.
