Murió lord Feebledick, y fue a dar al infierno. Ahí encontró a James, su fiel mayordomo. El criado se sorprendió al ver a su señor. Le dice: "¿Usted aquí, milord?". "Sí, James -responde con tristeza Feebledick-. Fui condenado al eternal tormento porque en vida mentí, robé y defraudé. Lo hice para pagar las deudas de mi hijo Forrester, ese muchacho bribón, sinvergüenza y sin escrúpulos. No me arrepiento de haber caído en la infamia por él: era sangre de mi sangre y carne de mi carne. En cambio tú, James, fuiste siempre un hombre honesto y virtuoso; espejo de honradez; amigo a toda prueba y servidor leal. ¿Por qué, entonces, estás en el infierno?". Contesta tristemente el mayordomo: "Por haber engendrado a Forrester, milord"... Un señor vio en el jardín de una casa un letrero que decía. "Se vende perro que habla". Lleno de curiosidad llamó a la puerta, y le dice al hombre que abrió: "Vengo por lo del perro. ¿En verdad habla?". El tipo se vuelve y grita: "¡Fido!". Aparece el can, y le dice con gran cortesanía al visitante: "Pase usted, señor, y siéntese". "¿Qué maravilla! -profiere el señor lleno de asombro-. ¡Sí que puede hablar!". "En efecto, señor -confirma el animal-. Tengo este don desde que era apenas un cachorro. Lo recibí de una hada que me tocó con su varita mágica. Me dijo que pusiera este don al servicio de la humanidad, de modo que cuando crecí me presenté en la ONU, y fui nombrado embajador universal. Me he dedicado a dar conferencias en todo el mundo para abogar por la supresión de la guerra como medio de dirimir las controversias internacionales. Gané por eso el Premio Nobel de la Paz. Luego publiqué mis memorias, y me dieron el Premio Nobel de Literatura. Ahora estoy a punto de ser nombrado secretario general de las Naciones Unidas. No me explico por qué este idiota quiere venderme". Lleno de admiración el señor le pregunta al dueño del caniche: "¿Cuánto cuesta el perro?". Responde el individuo: "15 pesos". "¿15 pesos? -se sorprende el comprador-. ¿Por qué lo vende tan barato?". Replica el otro con enojo: "Porque es muy mentiroso"... La esposa del señor Morras fue a comprar una mascota. El dueño de la tienda le mostró un lorito. "Está en oferta -le informa-. Casi lo estoy regalando, porque nadie lo quiere. Este perico estaba en una casa de mala nota. Ahí aprendió mil maldiciones, y las dice a toda hora. Si se lo lleva es con esa advertencia". La señora pensó que sería divertido tener un loro así, y lo compró. Cuando llegó a su casa destapó la jaula para mostrarlo a su marido y a sus hijas. Vuelve el perico la vista a todas partes y dice con disgusto: "¡Qué congal tan chinchurriento!". Ve luego a la esposa de don Algón y exclama: "¡Qué pin... y fea la dueña!". Luego mira a las hijas y comenta: "Las p... se ven muy pen...". Enseguida descubre al jefe de la casa y exclama con asombro: "¡Uta! ¿También eres cliente aquí, Morritas?"... Un buscador de oro hizo un viaje con su hija para que ella conociera la ciudad. A más de eso quería llevar al banco una bolsita con 10 mil dólares en oro. La mujer del gambusino se quedó a cuidar la mina, pero puso en el carrito del caballo, a más de la maleta de su esposo y los seis velices y la sombrerera de su hija, cuatro grandes cajas con provisiones para el viaje. En el camino el minero y la muchacha fueron asaltados por bandoleros. Los maleantes se llevaron todo: los dejaron a pie, y casi en cueros. Exclama el hombre, desolado: "¡Adiós mis 10 mil dólares!". "¡No, padre! -le dice alegremente la muchacha-. ¡Cuando vi que llegaban los bandidos me puse la bolsita con el oro allá donde te platiqué, y no la vieron!". "¡Qué barbaridad! -profiere el gambusino-. ¡Si hubiera venido tu mamá habríamos podido salvar también mi veliz, tus seis maletas, la sombrerera, las cajas de las provisiones, nuestra ropa, y a lo mejor hasta el carrito y el caballo!"... FIN.
