Un norteamericano, un escocés y un mexicano tuvieron un accidente de carretera, y pasaron los tres a mejor vida. O al menos así pareció: cuando en la morgue el médico forense iba ya a enviar al norteamericano al depósito de cadáveres, el hombre abrió los ojos de repente, e hizo la pregunta consabida: "¿Dónde estoy?". "Está usted en el hospital -le dijo el médico para no asustarlo-. ¿Qué le sucedió?". Contesta el tipo: "Recuerdo que estuve en un accidente de automóvil con dos amigos míos, un escocés y un mexicano. Después del impacto no supe ya de mí. Súbitamente miré una luz radiante al fin de un túnel. Cuando lo atravesé me vi ante las puertas el Cielo junto con mis compañeros. Entonces llegó San Pedro y nos comunicó que de momento no tenía lugar para nosotros en la morada celestial. Si dábamos una limosna de 50 dólares para los gastos de mantenimiento del Paraíso podríamos regresar a la Tierra y empezar una nueva vida. Claro que de inmediato eché mano a mi cartera, saqué un billete de 50 dólares y se lo di a San Pedro. Entonces abrí los ojos, y me encontré aquí". Pregunta el doctor: "Y ¿qué fue de sus amigos?". Contesta el norteamericano: "Lo último que recuerdo es que el escocés estaba regateando con San Pedro, a ver si le bajaba la limosna". Inquiere el médico: "¿Y el mexicano?". Responde el otro: "Estaba esperando que su Gobierno le diera un subsidio para pagar la cantidad"... No sé si la historia que he relatado sea cierta -tiene ciertos visos de inverosimilitud-, pero sí sé que su espíritu corresponde a la materia de los tiempos que en México estamos hoy viviendo. Cuando empezó la recesión en Estados Unidos los voceros de la administración calderonista nos dijeron que esa crisis nos haría lo mismo que un aire suave de pausados giros al Benemérito de las Américas. Afirmar eso equivalía a declarar que si caía un nuevo Diluvio Universal nosotros ni siquiera nos mojaríamos los talones. Ahora andamos con el agua al cuello, y han retornado los subsidios que el PRI solía aplicar, ésos que tan acremente eran vituperados por el PAN. Si López Obrador hubiese llegado a la Presidencia y estuviese aplicando ahora esos subsidios -el de la gasolina y los demás-, los panistas (Calderón el primero) estarían poniendo el grito en el cielo, en la tierra y en todo lugar, y tildarían a AMLO de populista, demagógico y paternalista. Pero lo que en el otro es burdo populismo, en mí es justificada subsidiariedad... La vida conyugal de don Frustracio era aburrida, gris. El pobre no lograba suscitar en su señora los ímpetus de la pasión erótica. Para colmo don Frustracio veía que la esposa del vecino salía todas las mañanas a barrer la calle con una gran sonrisa, y entonando la canción de moda, señas indisputables de que había tenido una gozosa noche. Cierto día don Frustracio le preguntó al vecino qué hacía para tener con su esposa una relación así, tan ardiente y llena de pasión. Le dice el otro: "Usted es demasiado formal, vecino. Anda siempre de traje, y es muy serio.Vístase como yo, con atuendo vaquero, y hable al estilo campirano. Todo eso gusta mucho a las mujeres. Después, cuando le haga el amor a su señora, musítele al oído la canción ‘Strangers in the night’, éxito de Frank Sinatra. Ya verá cómo ella se enciende en ignición romántica". Don Frustracio siguió el consejo del experto. Esa noche llegó vestido al modo de Clint Eastwood en "Hang ‘em high". "¡Mira! -dice la esposa al verlo-. ¡Te vistes igual que el vecino!". Don Frustracio la saludó con machismo condescendiente: "Hola, doña". "¡Mira! -repite la señora-. ¡Hablas igual que el vecino!". Don Frustracio procedió entonces a hacerle el amor a su mujer, al tiempo que le murmuraba al oído aquella sentimental canción, "Strangers in the night": Y exclama ella sin poderse contener: "¡Mira! ¡Tienes la misma técnica del vecino!"... FIN.
