Caperucita Roja se topó en el bosque con el Lobo Feroz, bestia temerosa de sangre y de robo; las fauces de furia, los ojos de mal. Le dice el Lobo a Caperucita con voz amenazante, como si tuviera fuego de Moloch o de Satanás: "¡Te voy a comer!". "¡Comer, comer! -replica con impaciencia la chiquilla-. ¿En todos los años que lleva el cuento no se te ha ocurrido algo mejor?"... Los escoceses, ya se sabe, son magníficos bebedores de whisky. (Mis cuatro lectores habrán notado que escribí "whisky", y no "whiskey". Hay diferencia. La palabra "whisky" se aplica al escocés, y al hecho en Canadá. El término "whiskey", en cambio, se usa en relación con el que se hace en Irlanda y los Estados Unidos). Pues bien: Jock MacCock viajó en avión de Glasgow hasta Londres. En el aeropuerto londinense lloraba desconsoladamente. "¿Qué le sucede, amigo?" -le preguntó un empleado de la línea. "¡Perdí todo mi equipaje -gime Jock-. ¡Todo!". Inquiere el hombre: "¿Cómo sucedió eso?". Explica Jock con un sollozo: "¡Se le cayó el corcho a la botella!"... Por cierto, la señorita Solicia Sinpitier viajó a Escocia, y le dijo a un escocés que lucía su clásica faldita, o kilt: "Siempre me he preguntado qué llevan los escoceses abajo de su falda". Responde el tipo: "En mi caso yo no llevo nada, señorita. Usted tiene que venir por ella"... Un enanito llegó al consultorio de un foniatra, médico especializado en problemas del habla y de la voz. Tenía la voz aflautada el enanito, como de tiple o soprano coloratura. "Eso me crea problemas, doctor -dijo al facultativo-. Mis amigos se ríen de mí; y no tengo éxito con las mujeres". El doctor lo sometió a toda suerte de exámenes, y no encontró la causa de la dificultad. Finalmente le ordenó que se desvistiera a fin de hacerle una revisión general. Fue entonces cuando el galeno dio con la raíz del mal. Y era muy grande la raíz: la naturaleza había dotado con exceso al enanito; el peso considerable que llevaba en la entrepierna estiraba las cuerdas vocales de tal modo que el sonido que producían era agudo, como de cuerda prima en la guitarra o registro alto en el piccolo, dicho sea sin intención de albur. El médico le dijo al chaparrín que sólo cambiándole esa parte por otra más pequeña -de preferencia mínima- podría remediarle su problema. El enanito aceptó el cambio: dijo que la voz la usaba muchas veces durante el día; y en cambio aquella parte la requería pocas veces, precisamente a causa de su aflautada voz, que lo hacía poco atractivo al sexo femenino. Así las cosas, el médico procedió a realizar la operación quirúrgica indicada. En efecto, el chaparrito, aunque ahora dotado pobremente, empezó a hablar con voz de bajo profundo, hagan ustedes de cuenta Salvatore Baccaloni, Fyodor Chaliapin, Boris Christoff, Fernando Corena, Justino Díaz, Nicolai Ghiaurov, Jerome Hines, Alexander Kipnis, Ivan Petrov, Ezio Pinza, Ruggero Raimondi, Paul Robeson, Nicola Rossi-Lemeni, Cesare Siepi, Italo Tajo, Giorgio Tozzi, Norman Treigle, Nicola Zaccaria y otros insignes bajos cuyos nombres por el momento no recuerdo. Sin embargo un problema se cambió por otro. Desde el día del trasplante el chaparrito empezó a sentirse minusválido en lo relacionado con la dotación viril. Las damas con las que antes tenía trato, y que habían admirado su grandeza, ahora le decían que era enanito en todo. Eso calaba, y el pobre chaparrín andaba todo mohíno y contristado. Decidió, pues, ir con el médico a pedirle que revirtiera lo hecho. "Doctor -le dijo cuando estuvo en su presencia-. Vengo a que me implante de nuevo lo que me quitó". Responde el facultativo con vehemencia: "¡Ah no! ¡Tratos son tratos!". ¡Y al decir eso hablaba con aflautada voz de tiple, como la que antes había tenido el enanito!... FIN.