Un mexicano y un norteamericano -se citan por riguroso orden alfabético- caminaban por una playa en dirección contraria. (Así están destinados a caminar por siempre). Al cruzarse vieron una lámpara de forma extraña que el mar había llevado hasta la orilla. Ambos se lanzaron al mismo tiempo sobre ella, y la tomaron a la vez. Al disputársela no pudieron menos que frotarla, y de la lámpara surgió -¡oh sorpresa!- un genio de Oriente que les dijo: "Me habéis librado de mi prisión de siglos. A cada uno os concederé un deseo". El estadounidense se adelantó a hacer su petición: "Quiero que mi país esté rodeado por una alta y sólida muralla que impida el ingreso a los extranjeros". El mexicano, lacónico y escueto, formula su deseo: "Quiero que llenes de agua esa muralla". No sé si el cuentecillo sea cierto (tiene ciertos visos de inverosimilitud; por ejemplo, los genios no hablan ya en español), pero me sirve en todo caso para ilustrar la idea de que así como Kipling escribió: "Oh, East is East, and West is West, and never the twain shall meet", así también México y los Estados Unidos vivirán en continuo desencuentro, pues tan distintos son, y tan opuestos, que difícil será que alguna vez coincidan. Lo sucedido en relación con el Plan Mérida demostró una vez más la validez de esa aseveración, que hice con la mayor modestia y sin pretender que iguale en fama a la de Kipling, "el único escritor inglés de nuestro tiempo -dijo Orwell- que ha añadido frases al idioma". Los Estados Unidos no conocen, ni necesitan, más diplomacia que la del garrote. Ellos son ellos y nosotros semos nosotros, si me es permitida la alteración de la palabra para acentuar la disparidad de culturas y de desarrollos. Así las cosas, ellos seguirán poniendo las condiciones, y nosotros seguiremos poniendo... no quiero decir qué. Mejor cambiemos de conversación... El hijo, con acento emocionado, evocaba a la madre desaparecida: "Todos recordaremos a mamá sonriendo; sonriendo siempre; siempre sonriendo, sin que jamás desapareciera de su boca esa sonrisa. ¡Pobrecita! Hasta que falleció nos dimos cuenta de que la dentadura postiza le quedaba grande"... La adolescente le pregunta a su mamá: "Mami: ¿se puede adquirir alguna enfermedad venérea en un excusado público?". Contesta la señora: "Si te sientas en uno que esté ocupado, sí"... La esposa de Afrodisio sorprendió a su lascivo cónyuge en amoroso diálogo con la criadita de la casa. Le pregunta, furiosa: "¿Puedes explicar por qué te encuentro así?". "Claro que puedo -responde el descarado-. Traes zapatos con suela de hule, y no te oí entrar"... El agente de seguros le dice al joven ejecutivo de la compañía: "En su solicitud señala usted que es soltero, pero en el renglón correspondiente a ‘Personas que dependen de usted’, dice: ‘Un hijo’. Seguramente se trata de un error de su secretaria". "En efecto -responde con un suspiro el ejecutivo-. Fue un error de mi secretaria"... Decía un viajero: "Me encantan esos hoteles que ponen jabones muy chiquitos. Me hacen sentir que tengo aquello grande"... Un hombre perdió a su hijito en una multitud. "¡Señor San José! -gimió con desesperación-. ¡Haz que encuentre a mi hijo!". En eso ¡oh milagro! el santo carpintero apareció. "No exageres -reprende al sujeto-. Yo también perdí una vez a mi Hijo entre la muchedumbre, y no anduve de llorón". "Es cierto -responde con reconcomio el individuo-. Pero éste sí es mío"... El juez le informa al detenido: "La señora aquí presente se queja de que usted la llamó ‘Vieja cara de nalga’". "Su señoría -responde el acusado con solemnidad-, soy un caballero, y antes preferiría quedar mudo que manchar mi boca ofendiendo a una dama. Pero de que la tiene la tiene"...FIN.