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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN

Un oso bajó de la montaña y entró en una casa de las afueras. Con muchos trabajos el señor logró meterlo en el cuarto de la criadita, y encerrarlo ahí. Esa noche la muchacha llegó tarde de su paseo dominical, y entró sin encender la luz para no despertar a sus patrones. Al día siguiente les contó, llorosa: “El amigo del señor me hizo seis veces el amor anoche, y ni siquiera se quitó el abrigo”... Una señora fue a jugar golf en el club. Hizo el primer hoyo, y se disponía a jugar el segundo cuando una abeja le picó en el cuello. El dolor fue tan intenso que suspendió su juego y fue a buscar ayuda. Encontró al profesional del club, y le contó que una abeja le había picado. Pregunta el hombre: “¿Dónde?”. Responde ella: “Entre el primer hoyo y el segundo”. “Ya veo -dice el profesional con tono de entendido-. Quizá el problema está en que abre usted demasiado las piernas”... El maduro señor sufrió una luxación, y hubo de quedarse en su casa algunos días. Cierta noche su esposa llegó más temprano que de costumbre y lo halló en tórrido ménage à troi con un par de exuberantes mulatonas. Explica el marido: “El doctor me dijo que me consiguiera un par de mulatas”. “¡Dijo ‘muletas’, desgraciado!” -clama furiosa la mujer... En los días que corren -y vaya si corren- el presidente Calderón ha debido escuchar más críticas adversas que favorables. Su administración no ha hecho un manejo adecuado del tema petrolero; la prisa que su Gobierno pareció tener en sacar adelante la iniciativa presidencial sobre ese asunto dio lugar a muchas suspicacias. Debo decir, empero, que el desempeño de Calderón y de su esposa doña Margarita en el viaje que hicieron a España bien puede calificarse de brillante. ¡Qué diferencia tan grande con la conducta en el extranjero de sus antecesores inmediatos! Fox se veía más alto que Calderón, pero con menos estatura; y doña Marta, aunque hablaba más que la señora Margarita, decía mucho menos. Pero esas son consideraciones de mera superficie. Lo importante es subrayar que la mayor inquietud que Calderón halló en su viaje es la preocupación de los empresarios españoles por la seguridad de sus inversiones. Nuestro país, efectivamente, es visto en el exterior como un lugar donde la ley es letra muerta. Cualquier extranjero que llega a la Ciudad de México y al salir de su hotel se topa con una de esas cotidianas manifestaciones -a veces grotescas, y hasta degradantes de la dignidad humana, como aquéllas de los encuerados y encueradas-, se entera a simple vista, y muy pronto, de que aquí unos cuantos pueden atentar impunemente contra el derecho de todos sin que la autoridad intervenga para frenar esos abusos, elementales y evidentes. Mientras México no sea un país de leyes, y mientras la ley no se aplique por igual a todos, nuestro país seguirá siendo considerado un riesgo, y de esa percepción derivarán males de todo orden para los mexicanos. Ya puede el presidente viajar por el mundo: si México no es un Estado de Derecho, nada será derecho en el Estado... ¡Uf! El esfuerzo que hice para inventar la última frase me dejó postrado. No puedo ya ocuparme de asuntos trascendentes. La fatiga me quitará toda trascendencia por lo menos durante los próximos tres días. Discúlpenme, pero en ese lapso me será imposible orientar a la República. En cambio narraré un chascarrillo final que le aligere el ánimo, apesarado ahora por tantos duelos y quebrantos... Tres ancianitos charlaban en su banca del parque. Dice uno: “La mano me tiembla mucho. Ya no puedo rasurarme con rastrillo”. Dice el segundo: “A mí también me tiembla tanto que todos los días derramo el café de la mañana”. Dice el tercero: “A mí la mano me tiembla tanto que cuando voy a hacer pipí en un restorán los que están en el baño piensan que estoy haciendo otra cosa”... FIN.

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