"Todos los hombres son iguales -le comenta la niñita de tercer año de primaria a su compañerita-. Te dicen palabras bonitas; te bajan el cielo y las estrellas; y lo único que quieren es eso que tú sabes: que les prestes la tarea”... Pepito y su papá iban por la calle, y vieron a un perrito y una perrita que hacían lo que los perritos y las perritas hacen en la calle. El niño, lleno de curiosidad, le pregunta a su padre: “¿Qué hacen esos perros?”. El señor responde con ternura: “Están haciendo un perrito, hijo”. Esa noche Pepito entró sin llamar en la recámara de papá y mamá, y los vio haciendo lo que los papás y las mamás hacen en la recámara. El chiquillo, boquiabierto, le pregunta otra vez a su papá: “¿Qué están haciendo?”. Con la misma ternura responde el señor: “Estamos haciendo un niño”. “¡Hazlo del otro modo! -le pide Pepito ansiosamente-. ¡Me gustaría más un perrito!”... Dos amigos se encontraron después de largo tiempo de no verse. Luego de cambiar saludos le pregunta uno al otro: "¿Qué fue de aquel hijo tuyo que estaba en un seminario?”. Responde el señor: "Tomó las órdenes”. Vuelve a inquirir el amigo: "¿Ya es sacerdote?”. "No -precisa el otro-. Se casó”... En la carpintería una sierra saltó de su eje y le cortó a Babalucas una oreja, que cayó entre el aserrín y los trozos de madera que había en el suelo. “¡Busquen la oreja! -les pide ansiosamente el infeliz a los trabajadores-. ¡Quizá los médicos puedan implantármela otra vez!”. “¡Aquí está!’ -grita uno de los operarios mostrando la oreja. "¡Ésa no es! -se angustia Babalucas-. ¡La mía traía un lápiz!”... Afrodisio Pitongo les contó a sus amigos: "Tendré que casarme. Metí en un lío a Rosibel”. "¿Cómo te fue a pasar eso?” -le preguntan ellos con asombro. "La inexperiencia de la juventud” -suspira el salaz tipo. "¿Inexperiencia de la juventud?” -replica uno-. Oye: ya eres cuarentón”. "Sí -replica Afrodisio-. Pero ella tiene 18 años”... Decía Himenia Camafría, madura señorita soltera: “He encontrado la fuente de la eterna juventud. Miento acerca de mi edad”... Un marido joven comentó en reunión de amigos: “Mi esposa y yo hicimos un solemne juramento cuando nos casamos: jamás nos acostaríamos enojados. Ya tenemos diez días sin acostarnos”... Nadie invitaba a bailar a Picia, muchacha muy feíta. Sola en un rincón, la pobrecilla veía con tristeza cómo todas sus amigas habían salido ya a mover el bote, como se dice en lenguaje popular. Grande fueron por tanto su sorpresa y su alegría cuando el muchacho más guapo de la sala fue a invitarla. En medio de la danza Picia le pregunta al galán, con ánimos de iniciar una sugestiva conversación que quizá conduciría a otras cosas: "¿Por qué me sacaste a bailar?”. Responde él: “Es un baile de caridad ¿no?”... La muchacha le dice a su novio: “Cuando nos casemos quiero que compartas conmigo todos tus problemas, todas tus preocupaciones, todas tus dificultades”. Contesta el muchacho: “No tengo ningún problema, ninguna preocupación, ninguna dificultad”. Replica ella: “Todavía no nos casamos”... La rancherita llegó a la botica del pueblo. Iba toda golpeada, sangrando y con dos costillas rotas. "¡Qué barbaridad” -se consterna el boticario-. ¿Por qué vienes así?”. Responde la rancherita: "Es por la tos que da, siñor”. El de la botica se sorprende. Le dice a la muchacha: “No puedes haber quedado así, por fuerte que sea las tos que da”. "No, siñor -aclara ella-. -. La tosquedá de mi marido, que me pescó con el compadre en la labor”. (Nota: Ya sé en cuál labor)... FIN.