Le dice una muchacha a otra: “Por regla general soy muy callada, pero el licor me hace abrir la boca”. Y dice la otra: “Por regla general yo soy decente, pero el licor me hace abrir las piernas”... El maestro de Anatomía le pregunta a su joven alumna: “Dígame usted, Rosilí: ¿cuál es la parte del cuerpo del hombre que en determinadas condiciones de excitación puede aumentar hasta 20 veces su tamaño?”. “Por favor, maestro -replica la muchacha con enojo-. No me haga usted esa clase de preguntas”. “Entonces yo mismo le daré la respuesta -dice el médico-. Es la pupila del ojo. Se lo digo para que no vaya a sufrir alguna vez una decepción”... El reverendo Calvínez se topó en una calle del pueblo a cierta muchacha que había pertenecido a su iglesia. “Me da gusto verte, Harlota -le dice-. Espero que en la ciudad hayas cambiado de vida, porque cuando vivías aquí eras muy coqueta; muy aficionada a los hombres”. “Me convertí, pastor” -responde la muchacha. “¿De veras te convertiste?” -se alegra el reverendo. “Sí -confirma ella-. De aficionada me convertí en profesional”... Llegó un muchacho a visitar a su amigo, y se sorprendió al verlo cuidando a un bebé de unos cuantos meses de nacido. “¿Qué es esto, Fecundino? -le pregunta con asombro-. ¿Por qué tienes aquí a esa criatura?”. Responde el otro con acento sombrío: “Rompí relaciones con mi novia, y me devolvió todo lo que le había dado”... Don Astasio llegó a su casa y encontró a su mujer, como de costumbre, en trance de coición con un sujeto. Fue el coronado esposo al chifonier donde guardaba una libretita en la cual anotaba palabras de castigo para decirlas a su esposa en esas circunstancias. Volvió a la alcoba y le espetó el último denuesto que tenía apuntado: “¡Hetera!”. “Ay, Astasio -replica la señora-. No eres congruente contigo mismo. Siempre me has dicho que somos el uno para el otro. Tú eres el uno; éste es el otro”... Los mexicanos pasamos de un nocivo presidencialismo a un asomo de parlamentarismo igualmente pernicioso. Antes privaba la voluntad de un solo hombre: el Presidente de la República. Ahora los voluntariosos legisladores, diputados y senadores, actúan en tal manera que con frecuencia dan la impresión de que se han propuesto mantener en la inmovilidad a este país. Caros nos cuestan esos dizque representantes populares, los cuales en verdad no representan otra cosa que el interés de sus partidos. Debería haber, digo yo, reelección de senadores y diputados, y eliminarse todos aquellos que no sean electos en modo directo por los ciudadanos. Sólo así tendríamos legisladores verdaderamente imbuidos de los deberes que traen consigo los cargos de representación. En las actuales circunstancias, hemos de decirlo, vivimos en un lamentable subdesarrollo parlamentario, imagen viva del subdesarrollo político en que aún nos encontramos... ¡Qué perorata, columnista! Nos dejaste turulatos, patidifusos y alelados. Para salir de ese pasmo requerimos ahora de tu pluma la narración de algunos chascarrillos finales que seden nuestro conturbado espíritu... El pececito termina de darle la vuelta a la pecera en forma de globo, y en seguida les dice a sus compañeritos: “Colón tenía razón, amigos. El mundo es redondo”... Despegó la primera nave espacial de México. Pancho, uno de los astronautas, le pregunta al otro: “¿Trajiste los limones p’al mareo?”... Una feligresa le cuenta al padre Arsilio: “No puedo acostarme boca arriba, porque de inmediato Pitorro mi marido se me sube con intención erótica”. “Pues, hija -le aconseja el buen sacerdote-, entonces acuéstate bocabajo”. “¡Ay, padrecito! -suspira la señora-. ¡Qué bien se ve que no conoce usted a Pitorro!”... FIN.