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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El maestro de Derecho penal les explicaba a sus alumnos, en forma sencilla, la tipificación de algunos delitos sexuales. “Miren ustedes -les dice-. Si la mujer es mayor de edad y no quiere, eso es violación. Si la mujer quiere, pero es menor de edad, eso es estupro”. Pregunta un estudiante: “Maestro: ¿y si la mujer es mayor de edad y quiere?”. Contesta el profesor: “Eso, compañero, es buena suerte”... En el bar un tipo le dice a otro: “Entiendo, señor mío, que está usted saliendo con la señora Casquivánez”. “Así es -contesta el otro, retador-. ¿Por qué?”. Dice el primero: “Yo soy el marido ofendido”. El tipo se levanta de la silla. Medía 2 metros de estatura y tenía una musculatura impresionante. El tipo traga saliva y añade con temblorosa voz: “Bueno, no muy ofendido”... Debería haber menos Estado y más sociedad. Esto que digo no es prédica anarquista; es simple y sencillamente salir por los fueros de la persona humana, aplastada muchas veces por el Leviatán del poder estatal. De nuevo estamos regresando a los tiempos de los subsidios y controles estatistas; hemos vuelto a un estatismo que los panistas reprobaban y que ahora, forzados por las circunstancias, se han visto en la necesidad de reimplantar. Nada bueno augura esta nueva forma de paternalismo populista. La burbuja inflacionaria está creciendo -vedla cómo crece- y de poco o de nada servirán los esfuerzos oficiales que pretenden frenar lo que es efecto de fenómenos internacionales que escapan a los reducidos medios de control local. No soy pesimista, ni optimista soy: procuro conservarme en un sano justo medio. Pero creo que lo mejor de todo esto es que se va a poner peor... Un agente viajero le contó a su amigo: “En el hotel me tocó estar junto a la habitación de unos novios que pasaban ahí su noche de bodas. Ella hablaba y conforme iba usando menos palabras, las cosas se ponían más ardientes”. Dice el otro: “No te entiendo”. Explica el viajero: “Mira. Primero ella dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así no se puede hacer!’. Luego dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así no se puede!’. Seguidamente dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así no sé!’. Dijo a continuación: ‘¡Ay, Libidiano, así no!’. En seguida dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así!’. Luego dijo: ‘¡Ay, Libidiano!’. Y finalmente dijo: ‘¡Ay!’... Una señora llegó con el médico de la familia. El galeno se sorprendió al ver el cuadro que presentaba la señora: sus senos apuntaban hacia el techo; estaban erguidos, levantados, enhiestos, elevados, rígidos, alzados. Pregunta con alarma la paciente: “¿Por qué se me pondrían así, doctor?”. “Señora -responde el facultativo después de un breve examen-. Me temo que se tomó usted esas pastillitas azules que le entregué para que se las diera a su marido. Eran Viagra”... En el cuarto del discreto motelito la muchacha de tacón dorado trataba en vano de escribir en el cheque que su maduro y mohíno cliente le había dado para que lo llenara. Le dice: “¡Caramba, don Algón! ¡Tampoco su pluma funciona!”... Cornulio sorprendió a su esposa en brazos de un desconocido. Hecho una furia amenazó al sujeto: “¡Le voy a romper la m...!”. “No seas injusto -interviene la mujer-. Después de todo el señor no rompió nada”... Dulcilí, romántica muchacha, le dice a Afrodisio, erótico galán: “¡Me tiemblan los labios, Afrodisio! ¡Están ansiosos de tu boca!”. “Bueno -accede él-. Pero preferiría que te estuvieran temblando los muslos”. (No le entendí)... Se casó el científico. La noche nupcial su flamante mujercita lo vio por primera vez en peletier, o sea sin ropa. “Pasterio -le comenta-. Siempre me has dicho que nuestro cuerpo está hecho en un 90 por ciento de agua y tú tienes muy poca manguerita para tanta agua”... (Tampoco le entendí)... FIN.

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