En el jardín de las palabras -que no es jardín, sino vibrante jungla, bosque infinito, amazónica espesura, verdemar sin orillas lleno de sonidos y de significados- florece una palabra exótica y esdrújula: "calígine". Esa palabra quiere decir oscuridad, niebla, tenebrosidad. Se usa muy poco, pese a que todos estamos rodeados de brumas y tinieblas, y muchos las llevamos dentro. En eso se ha convertido la vida pública de México. En una pura calígine impura. Caminamos por sombras que nos impiden ver el rumbo que llevamos, si es que alguno llevamos, y que nos tienen dando vueltas en torno de la nada. En esa oscuridad todos somos ciegos, y cada uno va por su lado hacia ninguno. Las acciones que se deciden son para favorecer la inacción, como esa consulta popular sobre la reforma energética que promueve el FAP, consulta que a fin de cuentas -lo saben sus perpetradores- no es sino una mezquina manipulación tendiente a fortalecer la idea de mantener las cosas del petróleo en el estado de ineficiencia y corrupción que ahora tienen. Mis cuatro lectores habrán de perdonar si mis palabras son también caliginosas. Pero es que acabo de volver de ese esplendor llamado Veracruz, y en esos días miríficos tuve, entre otras muchas y variadísimas fortunas, la de no saber nada de las cosas. A mi regreso las encuentro llenas de esa bruma que digo, que es nebulosidad y es extravío donde todo se pierde y nos perdemos todos. Tal se diría que México ha dejado de existir y que ya sólo existen las violencias de cada día, las ineptitudes cotidianas, las pugnas de esos partidos que padecemos, ocupados eternamente, como hormigas voraces, en mantener y acrecentar sus cuotas de dinero y de poder. Dejen que me acostumbre otra vez a las oscuridades. Quizás entonces podré mirar alguna luz... ¡Vaya pesimismo, columnista! A tu lado este día Schopenhauer es un Dale Carnegie ocupado gozosamente en ganar amigos e influir sobre la gente. Modera, te lo pido, esa visión sombría con el relato de algunos chascarrillos que aligeren la pesadumbre que pusieron en la Nación tus caliginosos pensamientos... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, llegó al cuartel de la milicia y le preguntó a un oficial: "Perdone, señor mílite: ¿aquí es donde forjan hombres?". "Así es, señorita -responde el militar-. Ése es uno de los lemas del Ejército: ‘Forjamos hombres’". Inquiere tímidamente la señorita Sinpitier: "¿Podrían forjarme uno?"... La esposa de Babalucas se sorprendió esa noche al ver que su marido vaciaba en el inodoro, una tras otra, el contenido de seis latas de cerveza. "¿Qué haces?" -le preguntó asombrada. "Estoy ahorrándome tiempo y molestias -contesta el tonto roque-. Así ya no tengo que levantarme por la noche"... Había que cambiarle los pañales al bebé. La joven esposa le dice a su marido: "Te toca hacer el cambio". "Estoy ocupado -responde él-. Cuando termine haré el siguiente". Poco después el bebé necesitó nuevo pañal. La muchacha llama a su esposo: "Dijiste que harías el siguiente cambio". "No dije eso -aclara él-. Dije que cuando me desocupara haría el siguiente. El siguiente bebé"... Don Pipino, tímido señor, fue a pasear por la plaza del pueblo con su recia consorte, doña Gorgolota. Fue don Pipino al estanquillo de enfrente a consultar la lista de la lotería, pues había comprado un entero para el sorteo de los viernes. La leyó, y lleno de júbilo le gritó a su mujer: "¡Me saqué la lotería, Gorgolota! ¡Y es el premio gordo, no agraviando!". Al oír aquello doña Gorgolota sintió por su marido un amor súbito que nunca había sentido. Corrió con ansiedad a compartir la alegría de su esposo. Pero al cruzar la calle un pesado camión pasó sobre ella y la dejó privada de la vida. Don Pipino, entonces, menea la cabeza y dice: "No cabe duda: cuando la buena suerte llega, por todos lados llega"... FIN.