Había un hombre a quien un hado adverso perseguía siempre. Se llamaba Malsinado. Todas las mujeres a las que cortejó en la ciudad lo mandaron a freír hongos, tan difíciles de conseguir en estas latitudes, si se exceptúan los champiñones. Decidió entonces ir al campo; no a buscar hongos, sino a fin de encontrar la compañera de su vida. Llegó a una granja cuyo propietario tenía tres hijas. Habló con el granjero; le dijo que tomaría por esposa a una de ellas y le pidió su venia para invitarlas a salir una por una. Escogería entre las tres. Así, una noche salió con la primera de ellas: Turnia. Al regresar, el granjero le preguntó qué le había parecido su hija. Con pena respondió el cortejador: “La verdad, está algo (no mucho, nada más un poco) bizquita”. Al día siguiente el citadino salió con la segunda chica. Se llamaba Patoja. A su vuelta el granjero le pidió su opinión acerca de ella. Algo turbado dijo el pretendiente: “La verdad, está algo (no mucho, nada más un poco) zambita”. Esa noche el galán invitó a la tercera hija. Su nombre era Facilda. Al regresar de la cita el granjero le preguntó al visitante qué le había parecido la muchacha. “¡Perfecta! -exclamó el tipo entusiasmado-. ¡No tiene ningún defecto! ¡Me casaré con ella!”. Se llevó a cabo, en efecto, el matrimonio. Pero a los cuatro meses de casada la tal Facilda dio a luz un feo bebé que en nada se parecía a su marido. Fue éste con el papá de la muchacha y le pidió una explicación. Sin turbarse le dice el granjero: “La verdad, antes de casarse contigo Facilda estaba algo (no mucho, nada más un poco) embarazadita”... La visita que John McCain hizo a México fue una de esas visitas que antes se llamaban “de doctor”, cuando los doctores todavía hacían visitas. Su brevísima estancia sirvió apenas para la demagogia electorera -esa absurda y farisaica visita a la Basílica- y para hacer evidente una vez más la actitud de los norteamericanos en relación con los países de América Latina a los que llaman aliados y que miran más bien como sumisos servidores. De “pro occidentales” calificó uno de los asesores de McCain a los presidentes de México y Colombia, como si el occidente estuviera constituido sólo por Estados Unidos. Fugaz como fue la visita del republicano, dejó una imagen -ésa sí grata- en la memoria: la amable figura de su esposa Cindy. Si McCain llega a la Presidencia, ciertamente los estadounidenses tendrán una bella primera dama, de sonrisa cordial y gentil trato. Por lo demás, México seguirá siendo para su poderoso vecino lo que siempre ha sido: un extraño al que éste rara vez vuelve los ojos, al que considera una molestia y al que trata generalmente con desdén... Viene ahora un cuento de color subido. Cuando lo leyó doña Tebaida Tridua sufrió un ataque de erisipela verrugosa que la obligó a recluirse en sus habitaciones para no ser vista por la gente, pues su rostro cobró una apariencia como de iguanodonte perfunctorio. Las personas que no gusten de parecer iguanodontes perfunctorios deben saltarse hasta donde dice FIN... Una señora se mortificaba mucho porque el pequeño soldadito que su marido tenía entre las piernas -antes un arrogante Napoleón- ya no podía erguirse para cumplir con su deber. Así las cosas fue con un doctor y le explicó el problema de su esposo. El médico le dio un frasquito y le indicó: “Hoy por la noche ponga una sola gota de este líquido en un vaso de agua y haga que él la tome. Verá qué buenos resultados le dará”. Al día siguiente la señora llegó llorosa, acongojada. “Mi esposo falleció, doctor -dice entre lágrimas-. Le puse 50 gotas en el vaso de agua. Ahora vengo a ver si tiene usted algún antídoto, para poder cerrar el ataúd”... (No le entendí)... FIN.